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“Todos lo hacen”

¿Quiénes de ustedes tienen planeado robar hoy para llevar comida o medicinas a su casa?

Escuché de nuevo la inusual provocación en voz de Roberto Bonilla, mientras nos explicaba la Espiral Dinámica (Spiral Dynamics). Nunca más oportuno reflexionar sobre este tema, ahora que vemos saqueo y rapiña, luego de la devastación que dejó el huracán Otis, en Guerrero. El presagio es que cualquiera de ustedes robaría hoy comida o medicinas para llevar a su casa si sus condiciones de vida así lo exigieran; si estuvieran en competencia por recursos básicos escasos, bajo una presión postraumática, con miedo (o hasta pánico) y desesperación, en medio de un contexto de despersonalización (“todos lo están haciendo”). No tengan duda, robarían (a pesar de sus creencias y valores).

He visto en las redes sociales indignación cuando ven personas que no sólo llevan víveres, también pantallas, motocicletas y otros bienes que poco tienen que ver con necesidades básicas. La teoría de la Espiral Dinámica nos puede ayudar a entender qué pasa y nos puede dar pistas sobre lo que necesitamos como sociedad para tener un mejor país.

Se trata de un modelo bio-psico-social a través del cual podemos esquematizar el desarrollo evolutivo (o involutivo) de un individuo o un grupo social (comunidad, empresa). Uno de sus principios es que los comportamientos, creencias y valores están determinados por las condiciones de vida. Esto implica que puedes llegar a hacer cosas imprevistas si tus condiciones de vida cambian. A diferencia de otros modelos, como la pirámide de jerarquías y necesidades de Maslow, donde se visualizan niveles estáticos, la espiral dinámica es un tránsito fluido donde tus motivaciones no están fijas, pueden circular hacia un estado diferente (no necesariamente mejor o peor).

El modelo sostiene que, como individuos o sociedad, habitamos varios niveles de existencia o conciencia (“Vmemes”), que representan patrones de comportamiento compartido (lo que he llamado códigos culturales, instrucciones no escritas que “dictan” qué hacer, como usos y costumbres). Cada nivel tiene valores dominantes y puedes evolucionar o involucionar dependiendo del tema y la situación. El nivel 1 (beige) es la sobrevivencia; el 2 (morado) es el pensamiento tribal, el pueblo, lo colectivo; el 3 (rojo) es la fuerza y el poder, lo que gano yo; el 4 (azul) es la obediencia al “deber ser”; el 5 (naranja) es el éxito, la ganancia, el estatus; el 6 (verde) es la comunidad, la armonía; el 7 (amarillo) pensamiento sistémico, necesidades mutuas; el 8 (turquesa) es la conciencia holística, la sabiduría, espiritualidad. No se trata de niveles peores o mejores, en todos hay manifestaciones sanas y no sanas.

Ante las nuevas condiciones de vida, la gente en Acapulco está en los 3 primeros niveles de la espiral, con manifestaciones no sanas cuando el saqueo es de bienes suntuarios. La utilidad del modelo no es nada más explicar por qué pasa algo. También es una forma en la que se puede establecer una estrategia de cambio social a partir de (cito a Roberto que a su vez cita a su mentor Don Beck) “ver lo que no veíamos, pensar en lo que no pensábamos y actuar donde no actuábamos”. Así fue como Beck asesoró a Nelson Mandela para llevar a Sudáfrica a una transición pacífica luego del apartheid.

Quien sea que lidere México en el siguiente sexenio haría bien en aplicar los principios de la Espiral Dinámica y visualizar un México posible en función de lo que hoy pudiera ser un sueño, un México del futuro, utópico incluso. Los dos grandes enemigos son el cortoplacismo y el creer que lo que funcionó bien en otro lugar, funcionará bien aquí. La clave será no buscar cambiar comportamientos sino condiciones de vida de millones de mexicanos, y tomar en cuenta la sabiduría de Beck: “No tiene sentido invertir tiempo atacando las deficiencias del sistema actual”. “Es tiempo de crear nuevos modelos para hacer obsoleto al sistema anterior”.

¿Qué aprendizajes nos deja Otis en Acapulco? (Sé que apenas toco una rebanada del suceso). Que es difícil e injusto juzgar a la distancia el comportamiento de las víctimas y hasta de los gobernantes (con excepciones de probada incapacidad). Que nuestra falta de previsión es cultural, y que, como dijo Don Beck, “el hubiera sí existe”.