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Súper humanos


A mediados de los setenta mi papá me sugirió leer El shock del futuro, de Alvin Toffler, el futurólogo que predijo la forma en como vivimos. Por aquellas infancias había quedado impresionado al ver una computadora -un cubículo de cristal albergaba paneles con luces y discos que giraban- entre escritorios de una farmacéutica trasnacional. Cuando leí que en el futuro las personas trabajarían desde sus casas, conectadas con computadoras personales a una red informática, fui incapaz de imaginar cómo un aparato gigantesco entraría por la puerta de la casa.

Ese futuro nos alcanzó y nos rebasa. Toffler no sólo describía el internet, también predijo que pasaríamos de una economía basada en la manufactura a una cimentada en el conocimiento y la información, avizoró avances en ingeniería genética y clonación, y fue particularmente preciso al dibujar una sociedad consumista cuyo problema sería el exceso de opciones y la “sobrecarga informativa”, expresión para advertir el exceso de datos al que actualmente estamos expuestos.

Hoy, en los albores del internet de las cosas (IoT: Internet of Things), nuestra capacidad de asombro se renueva, por lo menos la mía, al visualizar un escenario inminente cargado de riesgos y oportunidades. Esta conectividad de aparatos que intercambian información para hacer algo implica varios aspectos. Por un lado los objetos, las cosas, dejarán de valer por su función tradicional y cobrarán un nuevo valor simbólico. Una cafetera sirve para hacer café, pero una que pueda ser operada a distancia, con la aplicación de un celular (o, ¿por qué no?, con un comando de pensamiento), dejará de ser una simple cafetera, será lo más parecido a un mayordomo que cumple gustos. Luminarias que no sólo sirven para dar luz sino que tienen la capacidad de darte a escoger entre 64 mil tonos de blanco y 16 millones de colores ya son una realidad; adicionalmente podrán ser altavoces inalámbricos, repetidoras de señal de internet y cámaras de vigilancia.

La conectividad tecnológica ha borrado las distancias. Estar exitosamente en una junta cada vez más se trata de que la banda ancha dé el ancho, a que haya tráfico en la calle. El trabajo se está transformando de “el lugar a donde voy” a “las cosas que tengo que hacer”. Las empresas, a través de sensores inteligentes, ya pueden mejorar su desempeño, bajar costos y disminuir la posibilidad de accidentes laborales. La casa inteligente tendrá (ya muchas lo tienen) un asistente que obedece comandos de voz para operar luz, temperatura, medir calidad del aire, activar y desactivar otros sistemas y responder preguntas como hoy lo hace un buscador. Vasos que te dirán tu nivel de hidratación, tenedores que reportarán si estás comiendo demasiado aprisa, refrigeradores que te animarán a conseguir el peso ideal, zapatos y ropa que se ajustarán a tu medida y a la temperatura que te parezca ideal. Viene una era de altísima personalización que será muy valiosa para la medicina y salud. Las pastillas tendrán tu apellido, no más medicamentos “del montón” sino mezclas y dosis hechas a tu medida y exactamente para las células de tu cuerpo que lo necesitan, tatuajes inteligentes que monitorearán tus órganos para prevenir infecciones y degeneraciones que hoy vemos inevitables.

Tendremos que hacer esfuerzos para no volvernos paranoicos de la privacidad, y seremos cada vez más dependientes de la información. Quedarnos sin datos, sin que el espejo lea mi iris y me diga el nivel de toxinas en el hígado, o que el escusado se averíe y no pueda avisarme cada mañana si tengo proteínas en la orina, creará ansiedad que deberá ser tratada por especialistas que quizá no existen todavía. ¿Seremos tan dependientes que se nos detendrá el mundo cuando se vaya la señal? Se trata de un futuro esperanzador y amenazante, como han sido todos los cambios de tendencia en la humanidad, pero a diferencia de otras épocas, estamos ante el empoderamiento de un individuo que sabrá más, podrá hacer más con menos y tendrá un aumento de control sobre su mundo y su entorno como nunca antes lo han tenido sus predecesores.

Sobre el futuro lejano e inmediato hago dos predicciones: seguiremos relacionándonos en tribus y Guillermo del Toro ganará esta noche el Óscar como mejor director.