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Inmunidad social

El tema de la seguridad sigue siendo un serio problema, heredado, sí, pero que no da visos de detenerse por alguna de las medidas implementadas por el actual gobierno federal. Para colmo, las humillaciones y agresiones a miembros del Ejército Mexicano, por parte de civiles, han sido alentadas por su Comandante Supremo, que no ve el daño de tolerar señales de falta de respeto a la legítima autoridad del Estado, además de fomentar el crecimiento de la impunidad.

Hace unos días ocurrió una detención notable que, aunque no pasó desapercibida para los medios de información, no fue motivo de mayor análisis. Me refiero al joven que cobardemente agredió a un reportero de televisión durante la manifestación pública de miles de mujeres. Por fortuna el delincuente fue detenido, no tanto por la pericia de los investigadores sino por haber sido delatado (aquí está lo notable del caso) por su propia familia que lo entregó (aparentemente hartos de los problemas que el tipo les causaba).

El hecho me recordó una de las propuestas más inteligentes que he escuchado en materia de lucha contra la violencia y la inseguridad, el libro de Sara Sefchovich ¡Atrévete! Propuesta hereje contra la violencia en México, en el que construye un sólido argumento para exponer que el tejido social es un muy eficaz entramado de relaciones que tienen como eje a la familia y sus fuertes lazos, de modo que sus integrantes son cobijados y protegidos por la consanguinidad. Contrario a lo que piensan muchos, este tejido no requiere ser reconstruido. La propuesta de la socióloga e historiadora es más bien encauzar esa cohesión en favor del bien nacional, propone que las mujeres (madres, hermanas, hijas, esposas, abuelas, etcétera) se atrevan a poner un alto a la actividad delincuencial de su familiar.

Toda comunidad humana evoluciona en su comportamiento, incorpora nuevas prácticas fundamentalmente para colaborar y defenderse, de la misma forma básica y tribal que lo hacían nuestros antepasados hace miles de años. Por ello no es descabellado pensar que lo que propone la autora de País de mentiras, dé mejores resultados que las hasta ahora fallidas estrategias gubernamentales. La sociedad mexicana puede aprender a usar la fuerza de su tejido social, centrado en el gran valor que representa la familia, y dentro de ésta, la madre y el resto de las mujeres (sin descartar a los hombres) para revertir las cada vez más lacerantes acciones delictivas.

Las habilidades cognitivas humanas se han desarrollado en función de los retos del contexto. De la misma forma desaparecen o se modifican por nuevas pericias. Pensemos por ejemplo en un navegante de la antigüedad, su sentido de orientación al observar las estrellas y literalmente leer el cielo hoy ha sido sustituido por sofisticados geolocalizadores. En un plano más simple, un niño de hace 50 años tenía gran facilidad para saber de memoria entre 5 y 10 números telefónicos clave alrededor de su vida. El contexto actual hace inútil aquella habilidad, hoy tenemos niños y jóvenes que si acaso recuerdan un número, es el propio, pues en su dispositivo móvil está el sustituto de su memoria. En contraparte, los niños y jóvenes contemporáneos memorizan nombres de usuario y claves en tal cantidad que probablemente sean más que los teléfonos que memorizaron sus padres.

El otro día escuché cómo la señora que nos ayuda en las labores domésticas contestó el teléfono de casa. Debo decir que la conozco hace varios años y su español es quebradizo. Noté que su voz se acentuaba, en segundos de conversación cortó la llamada y con enfado colgó la bocina. “¿Quién era?”, le pregunté, a lo que respondió con la normalidad de quien ha matado otra mosca en la cocina: “ah…, eran los estafadores”. Me asombró su respuesta. Aprendió luego de amargas experiencias en las que estuvo a punto de caer en la trampa, se convirtió en una mujer con nuevas capacidades defensivas. Como en el caso del delincuente delatado por su familia, se trata de nuevos comportamientos, reacciones inéditas, que muestran el beneficio de tener una sociedad que genera inmunidad y colabora con su gobierno, sin esperar que éste resuelva todo.

Las soluciones faltantes son como las llaves extraviadas, no las encuentra uno porque están en otro lado.