Loading...

¡Es el modelo!

Con frecuencia las sobremesas se llenan de quejas amargas, que si la inseguridad, que si la corrupción, que si el sistema de salud, si la economía, que si casi todos los políticos parecen cortados con la misma tijera, que si chairos y fifís, y así. Siento que muchas de estas expresiones se dicen desde el punto de vista de un observador ajeno a lo mal que están las cosas. Como si alguien que está en un hospital hablara de los enfermos del piso cinco sin darse cuenta que él mismo está en el hospital (en peligro de contagio o contagiado ya). En otras palabras, el país no está mal, nosotros, como sociedad, estamos mal. De ahí que he dicho que no tenemos el gobierno que nos merecemos, tenemos el gobierno que somos. Tendremos mejor gobierno cuando seamos mejor sociedad.

Tenemos los lideres empresariales que somos. Muchos quejándose, pocos proponiendo o construyendo puentes. Peor aún, hay quien, desde la cúpula, intenta destruir los puentes de comunicación y entendimiento que otros construyen como estrategia entre gobierno y empresarios. Tenemos también los políticos que somos y los profesionistas que somos y los policías que somos y hasta los sicarios que somos. ¿Sueno exagerado? Tal vez, nada más considérese que en el último mes un niño de 11 años asesinó a una maestra y luego se suicidó (la violencia era parte de su entorno familiar), o qué me dicen de las imágenes de niños armados en Guerrero que, a manera de una policía comunitaria, se capacitan para defenderse del narco. ¿Mencioné el disfraz del niño sicario que causó revuelo en las redes sociales?

Ante esta escalada armamentista en la infancia, necesitamos cambiar la violencia que somos, cambiando el diálogo de violencia que somos.

Hace unos meses di cuenta del artista plástico tapatío Álvaro Cuevas quien, con apoyo de la Sedena, transforma armamento en obras de arte, dentro del marco de su programa “Todos dejamos huella”. Actualmente está promoviendo una iniciativa por demás oportuna: “Juegos Con Senti2”, un esquema de intervención en escuelas primarias donde se invita a niños de primaria alta a participar en un taller de sensibilización en el que deberán llevar un juguete bélico de su casa, para destruirlo creativamente y generar grupalmente una obra de arte. Se trata de que los niños (y los adultos alrededor) cambien el diálogo hacia temas lúdicos como el arte y el deporte, mientras involucran sus cinco sentidos, la mente y los sentimientos. El objetivo, dice Álvaro, “es que la niña y el niño conozcan que un arma puede ser lo opuesto… De esta manera, se siembra una semilla de armonía en las nuevas generaciones cuyo fruto se verá reflejado en una cultura de bienestar, respeto y convivencia pacífica”.

Este taller itinerante está anclado en el entendimiento de la estructura psicológica del juego y la conducta. Cuando un niño juega, opera una trilogía: el juguete (objeto material que en primera instancia define a qué hay que jugar), el juego (la actividad convenida entre los niños) y el modelo (el esquema mental que inspira lo que finalmente se hará con el juguete y el juego). Dentro de esta estructura, el modelo es definitivo, por ello la máxima detrás de esta intervención es “Si transformamos el modelo, transformamos el sistema” y yo añadiría que, si transformamos el sistema, transformamos la conducta.

Esta iniciativa debería conocerla el secretario de Educación, Esteban Moctezuma, para enriquecerla y aplicarla en todas las escuelas primarias de México. Iniciativas como “Mochila segura” apuntan a confiscar “el juguete” para evitar “el juego”, son limitadas. Si se apunta a modificar el modelo, por consecuencia se impacta positivamente todo el sistema.

En Toy Story 4, Forky, una cuchara-tenedor, un remedo de juguete hecho de desperdicios, en vez de unirse a los demás juguetes, decide caminar hacia la basura. Otro juguete pregunta ¿por qué quiere irse a la basura? “Porque fue hecho de basura”, apunta Woody, y luego convence a Forky de que es un juguete especial, hecho por las manos del niño, lo que los demás juguetes no son.

Podemos cambiar lo que somos, si cambiamos el modelo que nos inspira. ¿Hacia dónde caminamos?