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“El Estado soy AMLO”

Para la diputada María Clemente García, por su congruencia.

No está en duda que México requiere un Estado fuerte para ser funcional y servir a las causas fundamentales para las cuales existen los Estados, en primer lugar, la salvaguarda de sus habitantes; después, la impartición de justicia y la atención a importantes necesidades sociales mediante la aplicación de políticas públicas, mecanismos de control e incentivos, que encaucen el logro de objetivos. No está en duda que el Estado necesita dinero y capital humano capaz para lograrlo.

Los cambios propuestos por el Presidente en el paquete fiscal 2022, así como la contrarreforma eléctrica, apuntan a restringir la participación de actores distintos al Estado en la generación de productos y servicios que requiere la sociedad. El Presidente quiere el monopolio estatal. Parte de una falacia: el Estado lo puede todo, y si hoy no lo puede, con más dinero lo podrá. La historia demuestra que no se trata nada más de tener más recaudación, se trata también de ser efectivo para hacer el gasto o la inversión, y saber operar. Ahí es donde el Estado no lo puede todo y donde habría que aceptar, como principio, la insuficiencia del Estado. Tan es insuficiente que por ello existen universidades, hospitales y otras instituciones privadas. Aquí se insertan también las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC). Esto no es exclusivo de México, sucede en todo el mundo.

Por supuesto que debe combatirse la evasión de impuestos y la falsa filantropía. Aunque una mala medicina daña más de lo que cura. Está quedando fuera del debate el efecto multiplicador de las OSC. Si yo tengo un peso para donar a una causa (sin importar si lo puedo deducir o no), y tengo dos posibles donatarias, se lo daré a quien mejor haga uso de ese peso. Hay estudios serios, como el de Carlos Chávez Becker y Pablo González Ulloa, y del INEGI, que demuestran que un peso donado a las OSC se multiplica entre 8 y 10 veces, gracias al trabajo profesional bien hecho, en relación a lo que podría hacer el Estado. En este sentido, no es que el Estado deje de percibir 30 centavos por cada peso donado, es que en realidad obtiene un ahorro por no meterse en temas que otros hacen mejor y a mejor precio. Por eso Oxxo ahorra en energía eléctrica, se la compra a quien le vende a mejor precio, no a CFE.

Detrás de los cambios que este gobierno ha hecho y los que propone, no sólo está el estrangulamiento a la participación de la sociedad civil y empresas nacionales y extranjeras, hay un patrón: el deseo de control de absolutamente todo. Los problemas estructurales no se arreglan nada más con dinero, menos cuando el direccionamiento del gasto social está fuertemente inducido por factores ideológicos y obras públicas cuestionables. La lógica tiene sentido: tener más control es tener más poder, tener todo el control es tener todo el poder. El acento ideológico parece decir “el Estado soy AMLO”. ¿Nos conviene un Estado totalitario? La historia demuestra que no.

Aplaudo, por otro lado, que se busque que a la mayoría de edad sea obligatorio tener un RFC. Nuestro país necesita mejorar su recaudación, combatir la economía informal (ésa que paradójicamente constituye la base social de varios partidos políticos). Integrar a nuestro código cultural el nuevo rito de paso de sacar su RFC equivale a decirles a los jóvenes: “Bienvenido, eres ciudadano, tienes derechos y obligaciones”. Hoy los ritos de paso son sacar el INE para entrar a un antro, ¿de veras creemos que así tendremos mejor justicia social? Un mejor gobierno requiere primero mejores ciudadanos.

El estudio de la OECD (2020) Taxation and Philanthropy demuestra que los países que promueven la filantropía tienen menos pobreza, que las sociedades con mejor densidad asociativa son más estables y su clase media es más fuerte, que se puede trabajar con el Estado para juntos lograr los resultados y que no debe despreciarse al sector no lucrativo, pues es un jugador importante en la economía por su generación de puestos de trabajo (remunerados y no).

Exceptuando actividades de seguridad nacional, un Estado inteligente debería concesionar a quien haga un trabajo más eficiente y a menor costo para la sociedad, debería buscar que cada peso rinda más socialmente, no electoralmente. Ahí es donde se desnudan las intenciones, ahí es donde diferimos de López Obrador.