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¿Dar o recibir?

En la boda de un querido amigo, una ceremonia sui géneris, no religiosa, que nos marcó a varios por la profundidad de los mensajes, uno de los oficiantes fue Dan Ariely, profesor de psicología y economía conductual en la Universidad de Duke, mi autor favorito en materia de motivaciones y conductas. Ariely nos contó un experimento social en el que hay un grupo de diez personas que no se conocen entre sí; cada mañana cada uno recibe 10 dólares. Con ese dinero pueden quedárselo o regresarlo a una alcancía común. Si deciden regresarlo, el dinero se multiplica por 5 y al final del día se divide en forma equitativa entre todos. Así, el primer día todos regresan el dinero y para la noche tienen cada uno 50 dólares (100 x 5 = 500 / 10 = 50). Lo mismo sucede durante varios días, hasta que alguien traiciona al grupo.

Ese día alguien se quedó con los 10 dólares, por lo tanto la repartición al grupo fue de 45 dólares (90 x 5 = 450 / 10 = 45). Uno tiene ese día 55 dólares, nueve tienen 45. ¿Qué sucedió después? La gente dejó de cooperar. El buen equilibrio es muy frágil, dijo Ariely, y el mal equilibrio es muy estable. Aunque el autor de Predeciblemente irracional llevó la anécdota al matrimonio (“cuando te sientas tentado a hacer algo que es bueno para ti pero no para la pareja, piénsalo dos veces”), yo lo aplico también a la conducta de una sociedad, como la mexicana, en donde los actos ilegales e impunes han roto el equilibrio y han dañado el sentido de generosidad que tenemos los mexicanos.

Sin menoscabo de que necesitamos recuperar un régimen de Estado de derecho que termine con la impunidad y eventualmente disminuya la corrupción, como sociedad también podemos hacer algo para influir en los demás: practicar un ejemplo que contagie; ¿cuál, cómo?

Imagina que puedes escoger ser uno de tres tipos de persona: interesado, equitativo o generoso. Si eres interesado buscas sacar provecho de los demás, como dice el dicho “no das brinco sin huarache”, fomentas relaciones en función de obtener algo, tu ego es tan grande que en redes sociales apareces como el salvador de la humanidad, el gurú, el número uno. Si eres equitativo, das en función de lo que recibes, buscas el equilibrio. Y si eres generoso, das aunque no recibas, piensas en los demás antes que en ti, sacrificas muchas veces tus necesidades por otros. ¿Quién se te hace más apto para dirigir un país, una empresa? ¿Quién crees que es más exitoso, más feliz? Llevemos la reflexión a la sociedad, ¿qué tipo de sociedad nos conviene ser?

Estos planteamientos están en Dar y recibir: Un enfoque revolucionario sobre el éxito, de Adam H. Grant, donde responde quién es más exitoso de los tres. Imagina que son vendedores y obtienen resultados en función de si son interesados, equitativos o generosos. Como habrás intuido, el generoso es quien quedó en tercer lugar. Lo sorprendente es que en primer lugar no quedaron los interesados ni los equitativos sino los generosos también. Los experimentos y las evidencias muestran que quienes dan primero tienen más probabilidades de triunfar después (siempre que den desinteresadamente). El éxito del generoso, dice Grant, crea valor, el interesado lo reclama.

En México tenemos generosidad (recordemos la solidaridad en los pasados sismos). Uno de nuestros mexicanos generosos quedó marcado cuando conoció a la Madre Teresa de Calcuta y cuando vio a una niña con parálisis cerebral amarrada en un sótano. Decidió hacer algo por los marginados. El día que inauguró las primeras instalaciones se enteró que su madre tuvo, durante el embarazo, pronóstico de parálisis cerebral para él.

El corrupto es un interesado por excelencia. Ser generosos y enseñar a ser generosos es un antídoto contra la corrupción. Podemos sumarnos a ese mexicano, Fernando “Chobi” Landeros, y a sus colaboradores y voluntarios, apoyando a una organización profesional que en México y más allá de nuestras fronteras está cambiando la vida a miles de personas. Hay muchos caminos para ser generosos, uno muy certero es apoyando al Teletón. La Madre Teresa dijo: “Si veo a las masas, nunca actuaré. Si veo a una persona, lo haré”, pero Stalin sostuvo: “Una muerte es una tragedia, cientos de miles, una estadística”.

La generosidad también nos pone de pie.