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¿Cultura huachicolera?

¿Repartir dinero a personas que han cometido un acto ilegal las disuade de la actividad delictiva? La pregunta ha estado en mi cabeza estos últimos días luego de que el presidente López Obrador anunciara que como parte de su política de apoyo social se repartirá dinero a familias “que tienen la necesidad de robar para subsistir”. La respuesta no es binaria.

Un gobierno puede encauzar gran parte de la conducta de sus ciudadanos (y el desarrollo del país en general) a través de los estímulos y las consecuencias que dan forma a su sistema social. Decidir qué premiar y qué (y cómo) castigar son asuntos de primer orden para gobernar. Asumir que la gente roba por necesidad puede ser cierto, también inexacto, pero cuando lo asume el presidente de la República es un asunto muy serio que puede malinterpretarse como una invitación a justificar la ilegalidad.

No hay una respuesta simple a la pregunta que expongo. Quienes delinquen son ciudadanos que hacen un análisis racional (a su modo y su nivel) sobre la conveniencia de cometer un acto ilegal y ponderando las posibilidades de ser atrapado y castigado. Hay antecedentes donde se ha estudiado la criminalidad y su relación con factores económicos. Parece haber consenso en que la criminalidad es más alta cuando: los salarios son bajos, cuando hay pocas oportunidades laborales, cuando la probabilidad de ser capturado es baja, cuando la tasa de criminalidad existente es alta. Todos estos atenuantes están presentes en comunidades donde la extracción ilegal de combustible se ha vuelto un modus vivendi.

No sólo es la falta de oportunidades económicas lo que induce a la ilegalidad, también la falta de valores, educación, preparación y la falta de una visión optimista sobre el porvenir. Mi respuesta es que aunque concedamos que repartir dinero a las familias pobres bajará los índices delictivos (que en realidad los baja muy pero muy poco), no es suficiente. Se requiere construir capital humano con educación, valores, inspirar una visión de mejor futuro para uno y sus seres queridos y ejercer consecuencias (fomentar un Estado de derecho) ante los delitos. Sin estos elementos, repartir dinero para evitar “travesuras” saldrá contraproducente.

Tómese en cuenta que la naturaleza humana es proclive a cometer actos ilegales bajo ciertas fuerzas del contexto. Hay países donde el entorno disuade la ilegalidad, en México, desgraciadamente, el contexto (de impunidad y corrupción) es caldo de cultivo de delitos. En otras palabras, el pueblo es bueno y sabio sólo si el contexto es positivo y si tiene una buena educación. La evidencia sugiere que en México no es así. Pensar lo contrario es ingenuo.

Una firma que comercializa juguetes recientemente detectó a uno de sus vendedores robando mercancía. El tipo escondía juguetes pequeños y valiosos en la caja de un juguete grande. Su cómplice llegaba luego a comprar ese juguete y consumaban el hurto. Otra empresa descubrió que clonaron su página de internet, usaron nombres reales de sus funcionarios, papelería falsa con datos correctos, para realizar supuestas ventas a personas que luego se apersonaron en la empresa para reclamar que habían pagado y todavía no recibían su mercancía. Y como estas historias, hay miles en cada industria. ¿Nos invade la cultura huachicolera? Yo digo que nos domina la condición humana y que requerimos contrapesos vía un contexto que incentive a la legalidad.

Se juega mucho el país si los programas sociales en lugar de resolver los problemas terminan fomentando más de lo que quieren evitar. Temo que por ese camino va el apoyo a los jóvenes llamados “ninis”, incentivará a no trabajar y no estudiar. Toda sociedad cosecha más de lo que premia (incentiva). De lo que no tengo duda es del beneficio electoral -para el grupo en el poder- de los programas sociales que impulsa el gobierno de México. El mejor programa social debería ser una política gubernamental promotora de capital humano y desarrollo económico que incentive un contexto positivo: empresarios, empresas, empleos, educación y Estado de derecho, que terminen por mejorar las condiciones de vida (el contexto) de las personas.

De no suceder esto es fácil predecir el futuro: seguiremos siendo un pueblo en búsqueda de ductos por perforar.