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Crisis de valores

Una persona generalmente tiene la alternativa entre hacer algo o no hacerlo. El criterio para decidir depende de sus motivaciones y éstas de sus valores. Cuando en una sociedad imperan los comportamientos adversos al bien común, como la corrupción u otros delitos, podríamos decir que hay una crisis de valores, aunque no una ausencia de ellos. El tema de fondo es ¿qué es lo que valora alguien cuando decide hacer algo que tiene repercusiones negativas para unos y positivas para él y los suyos? Advierto que mis ejemplos podrán ser desconcertantes pues usaré, para efectos de esta disertación, el concepto de valor no en su definición tradicional que considera como tal todo aspecto positivo. Cuando hablo de valor, me refiero a aquello que una persona aprecia (valora), independientemente de su naturaleza moral.

No tengo duda de que corregir el rumbo de una sociedad implica modificar los comportamientos que se consideran adversos. Y esto necesariamente pasa por implantar valores positivos (léase fomentar conductas positivas), ya sea por convencimiento o por imposición, mediante la aplicación de consecuencias legales no deseadas por la persona infractora (la suprafigura de la ley como advertencia permanente).

Pongamos el ejemplo de lo que sucede en una empresa donde se valora el orden y la limpieza. Un colaborador vive inmerso en un sistema que alienta ser ordenado y pulcro. La organización premia esas conductas y castiga las opuestas. Los valores orden y limpieza motivan comportamientos y prácticas que se arraigan y se vuelven parte de la cotidianidad. Las culturas organizacionales son sistemas donde se fomentan conductas a través de cómo son vividos los valores. Si vemos a México como una gran empresa, ¿qué conductas quisiéramos fomentar y qué conductas quisiéramos erradicar en la sociedad?, ¿cuáles serían los valores correspondientes?

No hay conducta sin motivación y no hay motivación sin valores. El individuo que delinque no es un ser ausente de valores, simplemente valora conceptos que son contrarios al bien común. ¿Qué valora la persona que, en un asalto, por obtener un reloj, asesina a la víctima? Responder “no valora nada”, no hace sentido. Tan valora algo que su motivación le lleva a quitarle la vida al otro. Si me encuentro una cartera, tengo la alternativa de hacer algo por regresarla a su dueño o quedarme con ella y sacar provecho. Lo que haga depende de lo que valoro. Si para mí la honestidad y la ética están por encima del dinero, haré algo para regresar aquello que no es mío, de lo contrario, me quedaré con la prenda. Y así sucesivamente opera la conducta entre quien decide delinquir o no delinquir, es un tema de valores. Está claro que en México vivimos una crisis que, insisto, no es ausencia de valores, es que tenemos gente valorando aspectos que hacen daño social. Y la cultura es un contagio de conductas.

Dime qué valoras y te diré cómo actúas. El asunto no es lineal ni de contrastes absolutos. La persona puede tener ciertos valores para algunas cosas, y valores opuestos para hacer otras. En su diálogo interior se justifica. Pongamos el ejemplo de un empresario que hace donaciones a causas sociales, pero incurre en prácticas ilegales para no pagar todos sus impuestos. La crisis de valores es también la justificación que se hace para realizar acciones en beneficio propio y en detrimento del orden social, actitud que se normaliza como parte del código cultural.

Veo tres formas de reprogramar a una sociedad en crisis de valores. Una es mediante la imposición de normas, con cero tolerancia e impunidad. Esto implica la presencia de un gobierno capaz de ser gobierno, que asume su papel rector y hace valer el Estado de derecho, aun a costa de que lo tilden de autocrático y dictatorial, anunciando, de la noche a la mañana, que empezará a aplicar la ley sin distingos. Los valores en este escenario son adoptados más por conveniencia (y temor) que por convencimiento (en cualquier caso, la conducta de la persona cambia). El segundo escenario es mediante procesos educativos y técnicas graduales, que van generando un convencimiento en la calle, en la escuela, en la oficina, en la familia. Y el tercer escenario es una combinación de los dos anteriores.

¿Cuál aplicarías para México?