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Conducta e incentivos

El área de comunicación del Presidente electo emitió el comunicado 071 “Presidente electo anuncia iniciativa de Ley de Responsabilidad Ciudadana; se suspende fiscalización y vigilancia a negocios”. Y enlista, a modo de puntos destacados, una mezcla entre medidas administrativas, decisiones políticas y decretos omnipotentes. Juzguen: “No existirá la figura de inspectores en ninguna dependencia federal. México será de los países con mayor honestidad en el mundo: AMLO. (Acoto: de no haber mediado los dos puntos entre “mundo” y “AMLO”, el enunciado sería premonitorio.) Habrá un nuevo pacto con la ciudadanía, partirá de la confianza. Estoy seguro que todos los ciudadanos van a actuar de manera responsable. Ciudadanos cumplidos recibirán reconocimiento público”. Y más.

El próximo Presidente da a entender que aquilata la confianza como divisa personal y eje articulador de lo que llama “nuevo pacto” con la ciudadanía (en este sentido, y por la decisión de suspender el NAIM, su escudero fiel Alfonso Romo ya va perdiendo la batalla). Nos describe un panorama donde no habrá fiscalización gubernamental, sólo revisiones aleatorias, donde bastará la palabra para manifestar que se conocen las leyes y se actuará de manera responsable. Eso no es todo, el documento añade: “no se va a necesitar abogado, no se va a necesitar ningún contador público”. Si yo fuere de alguna de estas dos profesiones estaría preocupado, pero contento de vivir en un mundo sin litigios ni estados financieros. ¿Y si le añade que tampoco habrá enfermedades? (Perdón, amigos médicos).

¿Es posible que con tanta buena voluntad, con sus decretos y con su ejemplo personal el próximo Presidente pueda cambiar a la sociedad mexicana? Más allá de opiniones personales, veamos lo que dicen los expertos en comportamiento individual y colectivo. En La verdad honesta sobre la deshonestidad, Dan Ariely, catedrático en psicología y economía conductual por la Universidad de Duke, concluye (a partir de experimentos) que hay factores que inhiben la deshonestidad: un código de honor, de ética o manifiesto firmado, recordaciones morales en lugares y momentos precisos, y la supervisión. No parece haber evidencia de que con el ejemplo de un Presidente cambie el comportamiento de la sociedad. Tampoco eliminando la supervisión.

En El efecto Lucifer, Philip Zimbardo establece que la conducta humana está sujeta a fuerzas del contexto o del sistema que harán que una persona buena pueda realizar acciones malas. No se trata de decretos de los autores, son deducciones a partir de experimentos serios. Esa fuerza del contexto o sistema es nada más ni nada menos que ¡la cultura!, es decir que para cambiar la conducta hay que cambiar el sistema (la cultura), pero esperen, el próximo Presidente no cree en esto, para él la palabra “cultura” es sinónimo de mexicanidad, nacionalidad. Percibo que se siente ofendido cuando se le dice que la corrupción sí es cultural. Sin embargo, atina en decir, cuando habla de acabar con la corrupción, “no depende de un sólo hombre, de un dirigente, de un Presidente, depende de todos”. Ahora que alguien le explique al Presidente electo que la conducta se cambia modificando los incentivos, las señales cotidianas, eliminando las trampas (que, está comprobado, son contagiosas) y las acciones ilegales.

El comunicado también menciona que el próximo Presidente invita a los demás gobiernos estatales “para que se sumen a este cambio en la cultura política que busca terminar con la corrupción…” ¡¿Ya lo leyó AMLO?! Dice “cultura política”. ¿Por qué se reconoce que hay cultura política que debe ser cambiada, pero no cultura ciudadana?

Aplaudo que se vaya a reconocer a ciudadanos cumplidos. He mencionado anteriormente que Zimbardo propone un “nuevo heroísmo” en las sociedades enfermas, como la nuestra, para revalorar las conductas excepcionales (que ayer eran ordinarias). La cultura (insisto: entendida como el sistema social de normas no escritas) se cambia para bien cuando vemos ejemplos positivos. Cambiar los modelos de conducta de niños y jóvenes será particularmente poderoso.

Si el Estado comandado por AMLO es capaz de administrar los incentivos correctos, podrá pasar a la historia en letras de oro. Si no, nada más pasará a la historia.