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Ciclistas invisibles

Desde hace algunos años se celebra en varias ciudades del orbe la “Rodada Ciclista Mundial al Desnudo” (World Naked Bike Ride), movimiento de protesta que abraza varias causas, desde asuntos ambientales, como desincentivar el uso del automóvil y el consumo de combustibles no renovables, hasta temas de convivencia armónica y respeto al ciclista. Algunos participantes acostumbran marcar sus cuerpos con leyendas como “¿Puedes verme ahora?”, en un intento por hacer visible su condición vulnerable como usuarios de la vía pública. Es bastante loable que alguien esté dispuesto a recorrer sin ropa la ciudad en pro de su seguridad vial. También es bastante inútil; no todo lo que exigimos depende de la voluntad del otro, hay condicionantes cognitivos que deben tomarse en cuenta cada vez que un grupo le pide a otro hacer o dejar de hacer algo.

En Estados Unidos cuando un automovilista impacta a un ciclista, es frecuente que se registre como “LBFTS Crash” (Looked But Fail To See), un aparente oxímoron que alude a que el choque fue por haber mirado sin haber visto. El tema de fondo es fascinante y puede darnos pistas para entender mejor el comportamiento de los demás. Nuestros ojos son una cámara, nuestro cerebro registra e interpreta. No todo lo que pasa por la cámara se registra. La psicología ha acuñado el término “Ceguera por falta de atención” (Inattentional blindness) para explicar este fenómeno, ciertamente una limitante humana. No somos capaces de registrar todo lo que vemos, sobre todo cuando nuestros recursos cognitivos están concentrados en realizar otras acciones.

En algún momento se hizo famoso un video donde previamente se pide al espectador contar las veces que unos jugadores de basquetbol se pasan la pelota. Al final se les cuestiona si vieron el gorila. Es sólo hasta que lo observan por segunda vez (ya con el antecedente “gorila”) que la mayoría detecta lo que no registró la primera vez: una persona disfrazada de simio cruza la pantalla. En sociedades de automovilistas con una larga tradición de no tener que compartir la vialidad (como la nuestra), no se ven los ciclistas por la misma razón de aquellos que no vieron el gorila. Si no esperas un primate en un juego de baloncesto, tampoco el automovilista espera en la calle una bicicleta con una persona. Esta “invisibilidad” es una de las causas que combaten nuestros amigos ciclistas desnudos. Claramente no basta con decir “¿Puedes verme ahora?”, pues el contexto de una marcha nudista donde van decenas de manifestantes es muy distinto al contexto de alguien que va al volante en un día cualquiera y concentra su atención en otros vehículos motores.

Esto no quiere decir que la lucha por una vialidad segura para el ciclista esté perdida. Quiere decir que entender esta falibilidad humana es la puerta para intentar estrategias complementarias. Una de ellas sería intentar ponernos en los pedales del otro. Con las herramientas tecnológicas contemporáneas los nuevos exámenes de manejo podrían incluir una cabina de realidad aumentada para que sientas lo que es ir pedaleando por una avenida junto a camiones y autos. Registrar por el cuerpo el punto de vista del ciclista es fundamental. Y esto no se asimila leyendo o viendo videos, o con marchas de protesta, se asimila cuando lo experimentamos. La forma más fácil de demostrar esto es cuando caminas por una calle en la que acostumbras pasar con tu automóvil, de pronto surgen elementos que no habías visto. El peatón tiene otra perspectiva.

Esto que yo prefiero llamar “Ceguera por déficit de atención” debería considerarse en otros planos sociales para construir puentes de entendimiento ante posturas encontradas, sobre todo las ideológicas. Si aceptamos que hay “perspectiva de ciclista”, también hay otras con motivadores legítimos, como las de género, de gobierno y políticas públicas, aunque de entrada sean contrarias a lo que alguien considera el “deber ser” (muro que usualmente dificulta la apertura a otros puntos de vista).

Aceptar que no vemos todo lo que miramos nos abre la perspectiva de la duda. Y esta duda puede ser socialmente sanadora cuando encierra la semilla que hace crecer la dignidad de los otros, de aquellos que no son como yo, que no piensan como yo, no sienten como yo, no viven como yo.

“A ver si ahora sí me ves”.