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Amlo737

El mundo de la aviación encierra metáforas de altos vuelos. Aunque no aspiro a ser piloto, en el radar de navegación de mi curiosidad encuentro paralelismos que casi siempre se quedan en forma de notas en mi plan de vuelo. Esta historia no sería posible sin el talento de un gran copiloto, mi amigo Moisés, apasionado del tema y desde cuya torre de control se tuteló el despegue de esta idea que no está libre de turbulencias.

El 28 de octubre de 2018 un Boeing 737 MAX 8 operado por la aerolínea de bajo costo Lion Air tuvo una falla en su sistema de control de vuelo, la nave se empinó a un fatal desenlace que no sucedió gracias a un pasajero que viajaba en la cabina de pilotos: un experimentado aviador fuera de cargo que, ante la emergencia, detectó la falla y le indicó a los pilotos que desconectaran el sistema. Al día siguiente, el mismo avión (con diferente tripulación) despegó desde el aeropuerto Soekarno-Hatta en Yakarta; trece minutos después se estrelló en el Mar de Java. Murieron 189 personas. Presumiblemente la misma falla del día anterior provocó la desgracia.

Hace unos días, otro Boeing 737 MAX 8, bajo el sello de Ethiopian Airlines, se impactó minutos después de haber despegado en Addis Ababa, murieron 157 personas. Se habla de la inexperiencia del copiloto: ¡apenas 200 horas de vuelo! En ambos accidentes está la sospecha de un error del sistema, que al tener una lectura equivocada de la realidad, desciende el avión. Sólo los pilotos con experiencia saben qué hacer ante una emergencia. Como medida precautoria, mundialmente todos los aviones del modelo siniestrado están en tierra.

Se acaban de cumplir 10 años de una lección inolvidable. A segundos de haber despegado de La Guardia en Nueva York, una parvada de gansos se estrelló contra un avión de US Airways; el impacto arruinó los dos motores y la nave quedó sin propulsión. En una maniobra de experiencia, valor y astucia, el capitán “Sully” Sullenberger (19,000 horas de vuelo) hizo sus cálculos en segundos y supo que no alcanzaría a regresar al aeropuerto. Acuatizó en el Río Hudson y salvó la vida a 150 pasajeros y los tripulantes. Afirmó que el apoyo de su copiloto fue fundamental en la maniobra. El talento en la cabina de pilotos puede ser la diferencia entre vivir o morir.

En julio pasado el país escogió (por abrumadora mayoría) a su capitán para que el país despegue. Lleva 120 millones de pasajeros. Tiene muchas horas de vuelo como candidato y unas pocas al mando de la nave que se jacta de conocer bien. ¿Quién es su copiloto?, ¿la tripulación tiene suficiente experiencia o hay novatos en puestos cruciales?, ¿obedece el capitán la legislación aeronáutica o está diseñando la propia para que vuelen sus cuates?, ¿los asesores de vuelo son los más capaces o se escogen por no disentir del capitán?, ¿la austeridad evitará tecnología de seguridad adicional pero necesaria?, ¿es congruente el capitán al tolerar lo que como pasajero denostaba?, ¿logrará un buen vuelo para todos o nada más para los pasajeros frecuentes de Morena?, ¿reconocerá errores de cálculo en su plan de vuelo y corregirá el rumbo?

Se ha revelado que Boeing vende como extras ciertos componentes de seguridad que (después de los accidentes) serán parte básica del 737 MAX 8; incorporarán tres sensores que ayudarán a los pilotos a tomar decisiones, dos que miden condiciones del vuelo y un tercero llamado “luz de desacuerdo” para cuando los otros dos sensores entren en conflicto. ¿Si el presidente López Obrador quisiera mejorar su desempeño no sería bueno que incorporara mejores sensores? ¿Y qué tal que aceptara una “luz del desacuerdo”?, pero no discursivamente sino porque en los hechos demuestra que escucha, entiende y corrige. ¿Tendríamos así un mejor capitán y un viaje más seguro?

A “Sully” le llamaron héroe. Respondió que la palabra le quedaba grande pues “un comandante que sigue las instrucciones del manual nunca es un héroe”. El hombre pasará a la historia. A veces pienso cómo un Presidente mexicano puede pasar a la historia. La respuesta es demasiado obvia: que siga la Constitución y se deje asesorar para corregir el rumbo.

De los pilotos fallecidos se dice “les falló el avión”. Los que pasan a la historia tienen otro epitafio: “supieron qué hacer, a pesar del avión”.