Suelo repetir con terquedad, como epifanía personal incluso, que las cosas valen más por lo que significan que por lo que son. De ahí mi obstinación -como forma de entender el mundo- por tratar de encontrar significados detrás de las cosas, las marcas y las personas. Hoy termina un proceso de consulta ciudadana que pretende arrojar una decisión sobre qué hacer ante la saturación del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. La decisión significará mucho para México.
No sólo está en juego la forma de solucionar un evidente problema sino el posicionamiento de México en el mundo. Desde la antigüedad hasta nuestras fechas, los imperios, reinos, gobiernos y sus líderes han querido dejar un manifiesto perdurable que habla de su poder, su visión o su talento. Obras extraordinarias que hoy maravillan a propios y extraños se hicieron por la visión de líderes, no por consultas populares. El Taj Mahal, Petra, Chichén Itzá, el Coliseo Romano, la Gran Muralla China, la Torre Eiffel, la pirámide de cristal en el Louvre, seguramente no existirían hoy si se le hubiese preguntado a la gente lo que quería.
Uno de los manifiestos más fuertes que puede tener un país para construir marca es su aeropuerto. Es la puerta de entrada, la bienvenida, marca un precedente y genera expectativas. No solo es el valor funcional de la construcción sino el valor simbólico que permite que los extranjeros tengan una idea del país y también un símbolo interno que aquilatan los locales. Si no fuese así, el pueblo de México no presumiría su magnífica Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el Palacio de Bellas Artes, el Castillo de Chapultepec y tantas otras obras de resplandor que pudieron no hacerse para ahorrarse muchos pesos. Inclusive nuestro acervo prehispánico es motivo de gran orgullo. Teotihuacán no se hizo por consulta ciudadana. Y sí, Bellas Artes pudo haber tenido barro y mosaicos en vez de mármol, la Pirámide del Sol hubiera costado menos si la hubieran hecho menos grande, el valor de las grandes obras es simbólico más que funcional.
Entiendo a quienes alaban que por primera vez se toma en cuenta la voluntad del pueblo para hacer una obra de tal magnitud, pero de ninguna manera estoy de acuerdo en que una consulta ciudadana sea la forma más efectiva de tomar la mejor decisión. Se elige a un gobernante para que tome decisiones, no para que las delegue en el pueblo. El valor democrático que le ven a la consulta ciudadana ya se dio en la elección presidencial pasada. El pueblo mexicano escogió un líder, no a un encuestador.
Está comprobado que los consumidores no saben lo que quieren, pero pueden identificar lo que les conviene cuando lo ven. La papeleta con la que se hace la votación es una burla en comparación a la proyección y el impacto que tiene un aeropuerto como el planeado en Texcoco. En dado caso la gente debería decidir después de ver dos películas, dos narrativas. Si la gente sacara en conclusión que le irá mejor al país, a la ciudad y a su familia con una de las dos alternativas, la gente no dudaría por cuál votar. El asunto ha pasado a significar una victoria política del nuevo grupo en el poder, así provoque un retroceso para el país.
Una mundialmente famosa empresa fabricante de muebles de oficina innovó en el mercado de sillas ejecutivas en la década de los noventa. Antes de lanzar al mercado la novedosa silla, le preguntaron a la gente su opinión (mostrándoles un prototipo). Todos los grupos de consumidores rechazaron la silla por “fea” (fue la primera silla en tener superficie de malla, había sido inspirada en la textura del bejuco) aunque le concedieron alta calificación en ergonomía. Alguien tuvo el tino de apuntar que cuando la gente le decía “fea” tal vez significaba “diferente”, pues la gente no sabía de sillas ejecutivas innovadoras. A pesar de lo que dijo la consulta, lanzaron la silla al mercado. Ha sido el éxito más grande en más de 100 años de la firma.
Si por mí fuera, seguiría adelante con la obra en Texcoco, eso sí, con una auditoría y sanciones ejemplares en caso de encontrar ilícitos. López Obrador ha dicho que quiere pasar a la historia como el mejor presidente de México. Tiene la oportunidad. Necesita construir valor simbólico.
¿Despegará?