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Simple mata complejo

Algunos sitios como Times Square se han vuelto icónicos. En la víspera de un año nuevo, la emblemática zona de Nueva York es un corazón palpitante donde se congregan miles de personas. Decenas de señales luminosas destellan en los rostros expectantes de la gente, cuyos ojos se concentran en una esfera brillante que descenderá de uno de los edificios para marcar el comienzo de un nuevo ciclo. La multitud se vuelve una voz: “Diez, nueve, ocho…”. Al llegar al cero, una tormenta de confeti inunda el espacio. Miles de fragmentos de colores revolotean mientras propios y extraños se abrazan, toman fotos y se dejan llevar por la euforia colectiva. En medio de ese despliegue tecnológico que hace posible la magia, hay un dato insignificante, aunque revelador.

Desde hace 30 años el responsable de que el cielo en Times Square se pinte de colores es Treb Heining; junto con un equipo de personas lanza manualmente una tonelada de confeti desde una altura estratégica. Las corrientes de aire hacen lo suyo, aquello es un mosaico vivo. ¿Por qué usan manos y no máquinas? Una teoría del siglo XIV lo sugiere.

Se atribuye al fraile franciscano, filósofo y lógico escolástico Guillermo de Ockham un principio metodológico según el cual “en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la mejor”. Conocida actualmente como la Navaja de Ockham, promueve la claridad, la simplicidad y la efectividad en la solución de problemas y toma de decisiones. Si bien no siempre la teoría más simple resulta cierta, el cerebro humano prefiere, por economía de recursos, lo sencillo. Heining podría usar un sistema automático para lanzar confeti, cierto, pero encuentra gran satisfacción al hacerlo con la mano. Joseph Campbell evocó a Goethe, en Fausto, cuando repite “la tecnología no nos salvará”, la mano nos permite ser humanos.

La Navaja de Ockham implica la pregunta: “¿Cómo lo hacemos más fácil y más eficiente?” (de usar, de recordar, de entender, de operar, etcétera). Muchos procesos de la vida cotidiana, la educación, los negocios y la gestión pública se verían beneficiados. Los médicos diagnostican de lo simple a lo complejo. Profundizan si no han encontrado una causa, mientras tanto la lógica dicta que “cuando escuches cascos, piensa en caballos, no en cebras”. Steve Jobs revolucionó los teléfonos inteligentes bajo este principio. Eliminó el teclado físico y desarrolló una pantalla sensible al tacto donde usamos el dedo y no un lápiz especial. Famosas obras musicales evidencian el genio del compositor por su simplicidad, como el Bolero de Ravel, que en medio de su melodía obsesiva logra una belleza magnética. En literatura, Juan José Arreola, maestro de la claridad y precisión, abordó temas complejos con una brillante economía del lenguaje y una alta efectividad para comunicar ideas. El clip metálico para papel sigue siendo el mismo desde hace décadas, su simplicidad es insuperable.

¿Cómo lo hacemos más fácil y más eficiente? Es la pregunta detrás de una invención que tiene apenas unas décadas, cuando a un hombre se le ocurrió montarle ruedas a una maleta. Considérese que la rueda tiene 3,500 años de antigüedad, ¿cómo es que hace tan poco tiempo alguien dio con una solución que ahora se ve obvia? Tuve un entrenador de futbol que solía dibujar complicadas tácticas en una pizarra donde emulaba la cancha. Aquello parecía un complejo esquema de física al que añadía como remate: “Lo único que quiero que recuerden es que esto se gana metiendo la pelotita en la portería del rival”. En publicidad, se reconoce que las ejecuciones más efectivas y premiadas son las más simples, las que pueden comunicar una idea grande con pocos recursos narrativos. La marca danesa de bloques constructivos de plástico tiene un ejemplo así. Vemos dos de sus bloques ensamblados en forma de cruz, sobre un fondo azul. La sombra que proyectan en la parte inferior es la de un avión. No requiere traducción.

No se trata de eliminar toda complejidad per se. Hay cosas, como ciertos relojes, que valen por lo intrincado de su mecanismo; aplicar el principio de Ockham sería equivalente a “cómo hacemos relojes complicados de forma más sencilla”. Hay conceptos que resisten el paso de los siglos: ¿cómo lo hacemos más fácil y más eficiente?