Casi todo México espera a Godot. Mientras tanto diré que, para dos grandes figuras, México es un país surrealista, lo dijo Salvador Dalí y el propio creador del movimiento, André Breton. Un sitio en internet (dememoria.mx) recopila la evidencia del caso. Expone una breve colección de noticias publicadas en algunos diarios nacionales, notas que rayan en lo inverosímil: “Montado en su caballo toreó autos; detuvieron al equino” o “Atribuyen a fantasmas mortales accidentes en caminos del Edomex”. Esta tradición surrealista es, por supuesto, inacabable en el país donde todos los días una nota parece superar el surrealismo de la anterior, por ejemplo: “Nombra AMLO a Bartlett director general de la CFE”.
¿Acaso hay más surrealismo que hacer alianza con la figura a quien se le atribuye la trampa electoral que llevó a la Presidencia de México al, por muchos años, personaje más cuestionado por Andrés Manuel (tanto que ni su nombre deseaba pronunciar)?
Ignoro si alguna vez el dramaturgo y escritor irlandés Samuel Beckett visitó México. De haberlo hecho, no tengo la menor duda que hubiera dicho, al estilo del hijo pródigo de Figueras, “México es un país más absurdo que mis obras”. En Esperando a Godot, el también Premio Nobel de Literatura consigue no sólo una de sus obras icónicas, también una de las joyas del llamado “teatro del absurdo”. Basta con leer las características de esta corriente para encontrar paralelismos nacionales: “Se caracteriza por tramas que parecen carecer de significado, diálogos repetitivos y falta de secuencia dramática que a menudo crean una atmósfera onírica”. Hasta aquí les he dado ya una pista suficiente de lo que, todas las mañanas, ocurre en México; si alguien tiene duda, complemento: “La incoherencia, el disparate y lo ilógico son también rasgos muy representativos de estas obras”.
Si México fuera una esquina, estaría en el cruce del surrealismo con el absurdo.
Absurdo es llegar al poder con una bandera en contra de la corrupción y luego cobijar a una de las figuras más cuestionadas y que además ayudó a encumbrar al (supuesto) archienemigo Salinas de Gortari para instaurar su temible régimen neoliberal. Lo que no es absurdo es pensar en un pacto. Absurdo es pretender hacer algo en favor de los pobres y tomar decisiones que provocan exactamente lo contrario, por ejemplo, limitar la participación de la iniciativa privada en energías renovables traerá como consecuencia un aumento en la tarifa. Absurdo es pensar que es bueno porque necesitarán más subsidio y más discursos de “tengan esperanza, aguanten, les vamos a ayudar”.
Muy absurdo es que en el mismo momento en que se reprueba la amenaza cobarde que sufrió el periódico Reforma, se continúe con la letanía de descalificaciones infundadas a este diario. Más absurdo, me parece, es decir que como el periódico en cuestión nació en el sexenio de Salinas, ahí está la prueba para descalificarlo. Vivimos en el teatro del absurdo: si naciste cuando Marte estaba alineado con el Sol, eres proclive al comportamiento explosivo.
Sería igual de absurdo pensar que si alguien nació, digamos en 1953, el año en que se estrenó Esperando a Godot, estaría influenciado por esta obra. Eso explicaría por qué, si fuese un político, su modito de gobernar sería un absurdo en el que todas las mañanas escenificaría una oda a Beckett.
¿Alguien que conozcan nació en el año del absurdo?
En la tragicomedia aludida (la de Beckett, no la nuestra), Vladimir y Estragón esperan en vano a Godot. Su esperanza se renueva cuando reciben el mensaje de que Godot no vendrá hoy “pero mañana seguro que sí”. Intencionalmente repetitiva, tediosa, sin que suceda nada importante, la obra refleja la vida de unos personajes que parecen ciclados, estáticos, incapaces de salir de ahí, pues aún y cuando deciden terminar la espera y dicen “vámonos”, ahí se quedan.
En México seguimos esperando al estadista. El psicoanalista francés Clotaire Rapaille dijo que el verbo que define a la cultura mexicana es “aguantar”, como Vladimir y Estragón. ¿Qué habría sentido el autor de El innombrable (me refiero a Beckett, entiendo las coincidencias) de sentirse superado por los mexicanos?
Mientras llega Godot, la vida en México se parece a nuestra cuarentena, vivimos entre la espera y la esperanza.