Loading...

Un mundo sin magia

Hay presencias que duran toda la vida. Mañana se cumplen 52 años del “gol fantasma”. En la final del Campeonato Mundial de Futbol, Alemania, con anotación de Weber, empató en el último minuto y mandó el encuentro a tiempos extras. Que los germanos resuciten en el suspiro postrero no es noticia, la nota sucedería después cuando el inglés George Hurst tiró a la portería, el balón pegó en el travesaño y rebotó verticalmente hacia el césped. ¿Fue gol? Esa pregunta lleva más de medio siglo sin responderse.

Aunque reglamentariamente contó como anotación para Inglaterra y le sirvió para ganar la copa Jules Rimet, es quizá la jugada más polémica en la historia del balompié. También gestó la única estatua hecha a un árbitro. Sobre el juez de línea soviético Tofik Bakhramov recayó la responsabilidad arbitral de decidir. Su gesto, señalando hacia el centro del terreno con enjundia y seguridad, quedó inmortalizado en su natal Azerbaiyán, con una estatua y un estadio que lleva su nombre.

En la pasada Copa del Mundo se utilizó el arbitraje asistido VAR (video assistant referee) que a través de la repetición permite al árbitro central tomar una decisión en una jugada polémica. El recurso viene anunciado (o es solicitado) con un gesto por demás curioso, el individuo extiende los brazos hacia el frente, despunta ambos dedos índice y partiendo del centro dibuja en el espacio un rectángulo imaginario, evocación a la pantalla, compañera imprescindible del homo sapiens (videns, diría Sartori) en el siglo XXI.

El morbo no deja espacio a mi especulación, ¿qué hubiera pasado hace 52 años si hubiera habido VAR? La duda es más que deportiva. Pocos conceptualizan al futbol como un deporte donde juegan once contra once y el árbitro es un ser humano. Esta falibilidad puede perder su encanto si cada vez tenemos arbitrajes menos humanos y más tecnificados. La anécdota da para preguntarnos ¿qué es la verdad? “No hay hechos, hay interpretaciones”, escribió Nietzsche. ¿Subsiste su dicho sobre la posibilidad de repetir lo sucedido?, ¿finalmente se llega a una certeza o simplemente es un hecho menos dudoso?

En “Toda la historia de ti”, capítulo de la serie Black Mirror, algunos humanos cuentan con un implante detrás del oído que les permite grabar imagen y sonido de toda su vida. Liam Foxwell, personaje protagónico, tiene dudas sobre el resultado de una evaluación profesional de la que acaba de salir. A través de un dispositivo que saca del bolsillo regresa los hechos y mentalmente puede repasar los dichos, los gestos y cada detalle durante la reunión. Al cruzar el filtro de seguridad en un aeropuerto, un guardia le pide sus pasadas 24 horas. Liam le entrega el dispositivo y el policía lo inserta en una máquina que a modo acelerado escanea las actividades del pasajero. Finalmente, al no haber nada extraño o sospechoso, Liam cruza el retén. Esa tecnología es cada vez más posible y más cercana, ¿saber más verdades nos hará más felices?

La parte culminante del episodio (no habrá spoilers) es lo que hace Liam para resolver una duda que lo atormenta: ¿lo engaña su esposa? La repetición obsesiva de las escenas de una reunión entre amigos, la forma de reírse del chiste del otro, la fugaz mirada congelada en la superficie de plasma, el escrutinio minucioso que taladra, ya no hay espacio para las humanas discusiones “no dije eso”, “no hice eso”, en un mundo donde todo puede ser repetido a voluntad gracias a los avances tecnológicos. ¿Aprenderemos de nuestros errores si podemos repasarlos?, ¿estaremos mejor cuando haya menos dudas?, ¿repasar el pasado será como nunca antes volver a gozar o sufrir?, ¿habrá personas más felices y personas más deprimidas?

Si te dieran la oportunidad de conocer qué fue lo que pasó en determinado momento de la historia de la humanidad, algo así como un túnel del tiempo, ¿de qué quisieras ser testigo?, ¿hacia dónde enfocarías este aparato de visión omnipresente? Si nadie más que tú pudiera ver esos hechos, ¿te quedarías con la respuesta o la compartirías?

En las primeras transmisiones de futbol que vi, por allá de 1970, Ángel Fernández evocaba efusivamente “¡la magia de la repetición!”. ¿Qué haremos de un mundo distópico donde hay más magia en la duda que en la verdad?