Karl Marx y Friedrich Engels decidieron iniciar el “Manifiesto del Partido Comunista” con una expresión que asemeja más a una obra de ficción (del género de terror) que a un tratado sobre economía y política: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”. Sin proponérselo quizá, dejaron una pista sobre lo utópica que resulta una sociedad donde todos somos felices comiendo papas y el Estado nos mantiene. La historia ha demostrado que el comunismo no encaja de manera natural en las sociedades humanas, de la misma forma que suena utópico que alguien anhele árboles exactamente iguales. Las leyes del mundo natural tienen en las diferencias y los desbalances parte de su estructura (y encanto).
A los dos pensadores se les hizo conveniente explicar la historia de la humanidad como una lucha de clases, burgueses opresores contra proletarios oprimidos. Sembraron así un antagonismo que hasta hoy subsiste. Si bien el capitalismo tiene muchas virtudes, no ha podido establecer mecanismos suficientes para disminuir la brecha entre quienes tienen mucho y quienes no tienen nada. Además, en ocasiones impera la apología al valor material sobre el valor humano (algunas decisiones que toman grandes corporativos están guiadas para satisfacer a los inversores de las bolsas de valores). Digamos que el capitalismo tiene un déficit de humanismo, sin embargo, es hasta ahora el sistema menos nocivo.
Aprovechando la ignorancia del pueblo, cultivada por décadas por el sistema político del cual surgió, el priista López Obrador se dice liberal, todos los días condena a los conservadores. En los hechos es al revés, su visión es conservadora, busca lo contrario a un régimen liberal, aspira al control total del Estado sobre la sociedad, el poder absoluto y dominante. No tolera el disentimiento ni la rivalidad, atenta contra los mandatos constitucionales y amaga con cambiar la Carta Magna, “si esto es anticonstitucional, peor para la Constitución”, parece decir.
Para el Presidente, el gobierno debe controlar todo, de la misma forma que él es el actor principal cada mañana. Representa el Estado patriarcal que trata a los ciudadanos como menores de edad, él es el benefactor al que hay que agradecer, mientras se encarga de limitar el desarrollo económico con reformas que apuntan a producir más ciudadanos en estado de necesidad. El liderazgo de AMLO busca desarrollar seguidores, no líderes. Necesita ser necesitado, y entre más lo sea, más querido, más aplaudido. Una clase media próspera no le conviene. De todas las criaturas políticas que el régimen, en su visión retrógrada ha revivido, destaca el “ogro filantrópico” que Octavio Paz vio en el ejercicio de una política que pega y soba.
En este afán por controlarlo todo, me parece de escándalo la iniciativa que pretende imponer el gobierno de López Obrador en materia de regular el acomodo de las mercancías en los autoservicios, que obligaría a los comercios a clasificar y exhibir los productos de acuerdo a una lógica contraria a los usos y costumbres del mercado, una lógica cargada de ideología donde un siguiente paso (esto es especulación mía) será decidir quién puede producir qué cosa y quién no. Bajo esta visión, es el gobierno quien nos dicta qué debemos comer y dónde lo tenemos que encontrar, no para facilitarnos la vida ni para procurar nuestra salud a través de mejores prácticas de alimentación sino como una forma de dominio. Primero fueron los sellos en las etiquetas, el siguiente paso es el control del anaquel.
Cuando leí 1984, pensé que la obra de George Orwell describía un fantasma superado para la humanidad, al menos para México. No es así. El panorama de un gobierno totalitario que acumula todo el poder, nos vigila, nos controla, nos da los privilegios que quiere y en general va coptando nuestras libertades, no es una ficción, es lo que en los hechos está construyendo la autollamada cuarta transformación. Al inicio del sexenio esto sonaría exagerado, hoy no. A los hechos me remito.
Parafraseando a Marx y Engels: “Un fantasma recorre México: el fantasma del populismo totalitario”. Impedir que esto suceda es lo que nos jugamos en las próximas elecciones.