Hoy es un día crucial para nuestro país. Millones de mexicanos saldremos a votar con la convicción de que estamos tomando la mejor decisión. No sólo se trata del proceso electoral más grande en la historia de México, también ha sido uno de los más intensos y desgastantes de la era moderna, caracterizado por el golpeteo entre políticos y por una sociedad peligrosamente dividida. Independientemente de quienes sean los ganadores, estamos llamados a un inmediato proceso de reconciliación y toma de conciencia sobre lo que implica una de las responsabilidades más grandes para México, no me refiero al cargo de presidente de la República sino al de ser ciudadano.
Contrario a la visión que desprecia y desconfía de la sociedad civil, las siguientes administraciones (en sus tres niveles) tendrán mejores resultados si trabajan con y para la sociedad civil y no contra ésta. Si el estatista aspira a más Estado, el estadista visualiza más y mejor sociedad. Ser ciudadano no es votar cada vez que hay elecciones, es un puesto de tiempo completo que implica entender que la mejora social no depende nada más del gobierno en turno y que mucho podemos hacer desde nuestra trinchera.
Celebro iniciativas como #ElDíaDespués que da en el clavo cuando expone que “No hay responsabilidad más grande que ser ciudadano o ciudadana”. Sin menoscabo a su contenido, destaco algunos de sus “12 compromisos para el siglo 21”: el número 1 (es más bien un anhelo) dice “La paz y la tolerancia no son un sueño. Deben ser una realidad”. Si son compromisos, debería decir algo como “Me comprometo a exigir que el gobierno cumpla su principal función y razón de ser: darnos seguridad y ejercer justicia”. El número 3 consigna “Ejerzo una actitud crítica hacia nuestros gobernantes”; considero fundamental ver en el accionar ciudadano el mayor contrapeso al gobernante, el poder emana de la sociedad y debemos recordarlo cuestionando, vigilando y participando en las diferentes instancias.
El compromiso 4 dice “La corrupción mata, violenta y divide. No la tolero y denuncio a quienes la practican”. Esto es indispensable para ser ciudadano y si es que quieres un mejor México. Implica (bajo mi óptica) comprometerse a vivir en un Estado de legalidad, esto es, de respeto a la ley y los reglamentos. He sostenido que la corrupción es cultural porque es parte de nuestro modus operandi para solventar las situaciones que se nos presentan. Ser ciudadano es aceptar que corrompemos la ley (léase somos corruptos) cada vez que realizamos una transgresión, desde las “simples”, como no respetar el reglamento de tránsito, hasta las más graves. Ser ciudadano es entender que la corrupción no es exclusiva del gobierno y que la solución no vendrá únicamente de éste; ser ciudadano implica entender que la corrupción es una elección cotidiana a nuestro alcance.
Los compromisos 6, 7 y 8 reconocen una deuda histórica: “Debo escuchar a los pueblos indígenas y asegurarme que sus decisiones y autonomías sean respetadas”. “La igualdad de género es una condición fundamental para una sociedad justa” y “Respeto la identidad de género y la orientación sexual de cada persona”.
El 10 es crucial: “Apoyo la educación, la cultura, la ciencia y las artes como los pilares sobre los cuales se construya cualquier proyecto de país”. No puedo estar más de acuerdo. En esta elección presidencial por primera vez (que recuerde) aparece en la agenda el tema cultural, en buena medida gracias al trabajo colectivo ¡Es la reforma cultural, Presidente!, en el que orgullosamente participé y que propone ver en la industria cultural una forma de desarrollo económico y prosperidad social. El compromiso 12 es imprescindible: “Defiendo la libertad de expresión en todas sus formas. La libertad es un derecho que construyo y que exijo”.
Los diferentes cargos de elección popular que elegiremos hoy durarán entre 3 y 6 años, nuestro cargo de ciudadano no tiene fecha de caducidad, tampoco toma de protesta y la devaluada advertencia de “…si no lo hiciere, que la Nación me lo demande”. Si fallamos, la Nación encontrará -como lo ha hecho ya- la forma de demandárnoslo.
Vota por quien quieras pero recuerda: no habrá milagros, el camino al buen gobierno que anhelamos tiene una ruta: ser ciudadano.