La subjetividad es inherente al ser humano, en cierto sentido condimenta la vida, hace que nos apasionemos al defender nuestro punto de vista, muchas veces sin llegar a un consenso. Gran parte del atractivo de un deporte como el futbol es el grado de subjetividad con el que se toman decisiones importantes, circunstancia que ha sido mermada con la inclusión de la tecnología y la posibilidad de rectificar al observar de nueva cuenta y bajo otro ángulo un hecho pasado. Un aparato como el VAR (video assistant referee) en otros contextos de la vida, reduciría la subjetividad. ¿Habría menos discusiones matrimoniales al ver la repetición de lo que sucedió en la cena? Un episodio de la serie Black Mirror (“La historia completa de ti”) es un asomo a un futuro que muchos no querrán que llegue, la posibilidad de recrear todos tus actos en una pantalla.
Y aunque aceptamos que siempre hay varias formas de ver lo sucedido, en ocasiones es preocupante enterarnos de eventos donde las versiones varían escandalosamente. Veamos un hecho lamentable y reciente: un migrante centroamericano fue abatido en Saltillo. La policía, a través de la Fiscalía, emite su versión: “…la noche del 31 de julio en la mencionada colonia, a la altura de las vías del ferrocarril, cuatro personas del sexo masculino agreden verbalmente a los policías. Uno de ellos saca de entre sus ropas un arma de fuego y realiza disparos, mientras que las otras personas huyeron en forma pedestre. Los oficiales repelen la agresión con sus armas de cargo, por lo que el agresor cae abatido”.
Ahora considérese un comunicado de la Casa del Migrante de Saltillo: “La noche de este 31 de julio, mientras esperaban el tren (…) fueron sorprendidos por un operativo conjunto entre agentes del Instituto Nacional de Migración, la Policía Federal y elementos de la Fiscalía del Estado de Coahuila quienes empezaron a perseguirles logrando detener a varios de ellos y ellas, entre estas a una niña con su madre a quien de manera por demás cruel separaron de su bebé de aproximadamente 2 años de edad, el cual fue escondido por las demás personas migrantes en una tienda para proteger su vida una vez que asumieron que, elementos de la Fiscalía General de Justicia del Estado de Coahuila les estaban disparando a matar. Un padre salvadoreño (…) corrió al lado de su pequeña hija de 8 años, quien presenció cómo cayó asesinado por elementos de la Fiscalía de Coahuila”.
Mismo hecho, dos versiones. Alguien tiene otros datos.
La muerte del migrante me recordó la película de Akira Kurosawa, Rashomon (1950, ganadora del Festival de Venecia y del Óscar a mejor película extranjera), donde ante un hecho indiscutible: el asesinato de un hombre y la violación de una mujer, se tienen testimonios contradictorios por parte de cuatro testigos. Si bien la cinta del afamado director japonés está inspirada en dos cuentos (Rashomon y En el bosque) del escritor Ryunosuke Akutagawa, marcó un nuevo referente narrativo en la industria cinematográfica, y en las ciencias sociales, el antropólogo Karl G. Heider acuñó el término “Efecto Rashomon” para describir el impacto de la subjetividad en la percepción y la memoria del observador. Por supuesto, el tema da para una enorme profundidad filosófica: ¿qué es la verdad?, e inclusive para efectos de la impartición de justicia. En la incapacidad para determinar la verdad está también la incapacidad para ejercer la justicia, de ahí que la existencia de leyes y reglamentos hacen que el comportamiento humano pase a territorios menos subjetivos (o más objetivos, si se quiere ver así).
La historia de la humanidad está llena de subjetividad. Desde el Nuevo Testamento cristiano donde el mismo evento (la vida de Jesús) es narrado por cuatro personas cuyos testimonios llegan a ser contradictorios, hasta el “Error de Diciembre”, la Estafa Maestra, y así, en cada suceso histórico importante, es complicado tener certeza de lo que realmente ocurrió, ya sea porque la historia la escriben los vencedores o porque el ojo del historiador cuenta desde su interpretación.
La justicia es el fin, la ley el camino. Supeditar la segunda a la primera nos mete en un terreno subjetivo y peligroso, un terreno que inmortalizó a Kurosawa con Rashomon, la historia de los otros datos.