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“Predicciones”

Para Rafael Maza Padilla, siempre aquí.

En julio del 2017 caminaba yo por la ciudad antigua de Jerusalén, en compañía de la doctora Patricia Aubanel y otras personas. Paty nos había deleitado durante la comida con una semblanza de lo que fueron sus años como médico de cabecera de la Madre Teresa de Calcuta. Seguíamos hablando de la religiosa que logró tanto en el mundo cuando al entrar por uno de esos angostos pasillos empedrados que susurran rezos y huelen a siglos, mi teléfono vibró. Recibí una fotografía que me sorprendió y dejó boquiabiertos a mis acompañantes: un retrato de la Madre Teresa, enviado desde México por mi querido amigo Ramón García Márquez, junto con un breve texto de su autoría, al estilo “arrepiéntete y vive el evangelio”.

Lo que para algunos fue un mensaje divino o “diosidencia”, para mí fue una coincidencia, una casualidad explicable. Ramón y yo sostenemos un diálogo añejo, respetuoso y terco, donde busca mi conversión espiritual. Él sabía que yo estaba en esos momentos en Tierra Santa, lugar de gran carga simbólica para el cristianismo y el catolicismo. Su hija tiene una plausible vocación de ayuda, similar a la de Teresa de Calcuta, y recientemente le había regalado una biografía de esa notable mujer. Él tomó la foto de la portada y me la envió. No es raro lo sucedido, extraño hubiera sido que me enviara la imagen de Richard Dawkins diciéndome “Estoy disfrutando El espejismo de Dios”.

Mucha gente cree en las profecías de Los Simpson. Para probarlo, hacen un recuento de episodios donde la famosa serie de dibujos animados “predijo” tal o cual cosa. La última “profecía” tiene que ver con asociar la vestimenta de la vicepresidenta Kamala Harris con la de Lisa Simpson, quien, en uno de los episodios (difundido en el año 2000), se convierte en presidenta de Estados Unidos, sucediendo a Donald Trump (cuya Presidencia es otra de las premoniciones adjudicadas a la serie).

La realidad es que la gente es muy impresionable con coincidencias y además busca creer en temas que tienen poco o nulo rigor científico. No soy un experto ni conocedor de probabilidad y estadística, aunque ello no me ha evitado disfrutar un título que he citado con anterioridad: El hombre anumérico, de John Allen Paulos, donde con precisión cita a Isaac Asimov en The Skeptical Inquirer: “Examinad fragmentos de pseudociencia y encontraréis un manto de protección, un pulgar que chupar, unas faldas a las que agarrarse…”.

Para una serie como Los Simpson, que retrata el absurdo de una sociedad y hace mofa de lo políticamente incorrecto, es natural que hubieran especulado con Trump en la Presidencia, o que un animal salvaje hubiera atacado a Roy Horn, dado que él y su compañero Siegfried hacían su espectáculo artístico con grandes felinos (que, por más entrenados, siguen siendo fieras); notable hubiese sido una predicción donde Roy muerde al tigre.

“¡Wow, eres piscis, yo también!”, “Te apellidas como el Nobel de Literatura, es una señal”, “En eso, se fue la luz”, “Lo dijo Nostradamus”, “No te vas a morir, estaba pensando en ti”, “San Agapito, hazme un campito” (mantra para encontrar lugar para estacionarse) y más. Nuestra vida está llena de juicios irracionales en los que asociamos causas con consecuencias, sueños proféticos con fatalidades, encuentros fortuitos con designios divinos, milagros y supersticiones.

“El puro azar siempre deja lugar a una cantidad suficiente de aciertos que permiten justificar casi cualquier cosa que alguien esté predispuesto a creer”, escribe Paulos, y de paso explica (sin mencionar la sustancia) por qué muchos atribuyen al dióxido de cloro propiedades curativas contra el Covid-19: “La mayoría de las enfermedades y estados físicos a) mejoran por sí solos, b) remiten espontáneamente, o c) aun siendo fatales, rara vez siguen estrictamente una espiral descendente. En todo caso, cualquier tipo de intervención, por inútil que sea, puede parecer sumamente eficaz”. Más que predecir, deberíamos aprender a anticipar, como dice el doctor en filosofía Fernando Flores Labra.

Nuestra formación social, nuestro anumerismo, favorece que sobreestimemos coincidencias, menospreciemos la ciencia y desconozcamos la evidencia estadística. Frenar la pandemia no será milagro, vencer el anumerismo y la superchería, sí.