Las historias distópicas encierran la semilla de las predicciones. En un cuento publicado en 1951, intitulado “El Peatón”, Ray Bradbury retrata un futuro perturbador en el que la mayoría de las personas viven aisladas en sus casas, absortas en sus televisores y salir a caminar es una actividad sospechosa y antisocial. El protagonista, Leonard Mead, es arrestado simplemente por caminar por las calles desiertas en la noche, algo que las autoridades consideran extraño e inaceptable. Ser peatón es una forma de resistencia y humanidad en una sociedad tecnificada. Si viviera el autor de Crónicas marcianas descubriría que estamos enajenados por la tecnología y que nuestras ciudades tienden a desplazar al habitante. Vería que el acto de caminar sigue siendo, como en su obra, un símbolo de libertad.
No todo está perdido. Hay mañanas de domingo en que las ciudades respiran de manera distinta. Monterrey, Guadalajara, Tijuana, Puebla y la Ciudad de México deciden poner pausa a su ritmo frenético, ofrecen un respiro a sus habitantes y a su infraestructura, castigada por la voracidad de los autos y camiones. Abren un corredor temporal para que peatones, ciclistas, patinadores y visitantes en general, disfruten un oasis de esparcimiento, ejercicio y convivencia.
La Vía RecreActiva de Guadalajara, inspirada en iniciativas similares alrededor del mundo, se ha convertido en un referente en la región. Hoy cumple 20 años. Desde su inauguración ha permitido a la ciudadanía apropiarse de espacios que, en otros momentos, le son ajenos y hasta inhóspitos. El impacto de esta reapropiación ha tenido efectos positivos en las ciudades donde se practica.
Los urbanistas coinciden que la verdadera calidad de vida no reside en la cantidad de parques o plazas, sino en la capacidad de los ciudadanos para apropiarse de los espacios públicos. Cuando los habitantes sienten que las calles les pertenecen, el tejido social se fortalece, la delincuencia disminuye y la vida urbana florece. Los diversos paseos recreativos son un ejemplo vivo. No solo mejoran la salud física de sus visitantes, también crean un sentido de comunidad y, en muchos casos, aumentan la plusvalía de la zona. Las familias se reencuentran, los amigos se reúnen y los desconocidos se saludan. Son un recordatorio de que la ciudad es más que un conglomerado de edificios y asfalto; es un espacio compartido, un lugar donde las relaciones humanas deberían tener prioridad.
La ciclovía de Bogotá, de más de 120 kilómetros, es uno de los programas más antiguos y exitosos de este tipo. En Francia, la iniciativa “Paris Respire” cierra diversas zonas de la ciudad al tráfico vehicular durante los fines de semana y días festivos, lo que no solo ha mejorado la calidad del aire en una de las ciudades más congestionadas de Europa, también ha revitalizado barrios enteros, atrayendo a turistas y locales por igual.
Se trata de mostrar un lado más humano y acogedor de las ciudades. Los turistas, atraídos por el vibrante ambiente de las calles, descubren una ciudad que vive y respira. En Nueva York, la creación de plazas peatonales y la expansión de los carriles para bicicletas ha incrementado el comercio local. Las personas que caminan o usan bicicletas tienen más oportunidades de detenerse en tiendas, cafés y restaurantes, impulsando la economía barrial. El ritmo pausado de un recorrido a pie permite descubrir ángulos inéditos, imposibles de detectar a la velocidad de un automóvil.
Una especie más aventajada son las ciudades caminables, o algunas zonas dentro de ellas, que ofrecen una movilidad a escala humana, donde sus habitantes viven a metros de escuelas, centros de trabajo, hospitales, servicios, mercados, espacios públicos y de esparcimiento.
En medio de desafíos globales como el cambio climático, la contaminación y la desigualdad, un mejor diseño urbano tiene un gran peso. Nos recuerda una verdad fundamental: las ciudades son para las personas. Los espacios recreativos son el triunfo de la coordinación entre gobierno y sociedad civil. Una muestra de que una mejor convivencia es posible. Devolver las calles a las personas es algo más que una ocurrencia dominical, es el manifiesto de lo que valoramos como sociedad y de que el bienestar se construye.