Gran parte de la sociedad mexicana vive indignada e inconforme con lo que sucede en el país, particularmente con la inseguridad y la impunidad. Con frecuencia escucho a personas que claman que se haga justicia, “en los bueyes de mi compadre”, como dice con sabiduría un viejo adagio popular.
Si queremos un cambio de cultura, de hábitos y prácticas, debemos pensar en nuestra relación con la ley y la justicia, en función del país que somos y queremos.
No deja de sorprenderme un cruce de avenidas en una zona residencial (aunque mi observación es sobre un punto en particular, aplica para cualquier ciudad en condiciones análogas). Abundan los automóviles de reciente modelo, presumiblemente se trata de conductores con buena posición económica, social y nivel educativo. Una señal que cuelga sobre un poste prohíbe la vuelta a la izquierda, aun así, es impresionante la cantidad de conductores que hacen caso omiso del señalamiento, sin que haya autoridad que los reprima.
Estamos ante un fractal social. Un fractal es un modelo a escala de algo más grande o más pequeño. Esta conducta transgresora es un ejemplo de lo que sucede en el país a escala mayor y en temas más trascendentes que dar una vuelta prohibida “porque así me conviene”. Lo irónico es que, si hubiera forma de conversar con los infractores, no sólo tendrían una justificación, también estarían de acuerdo en que México no necesita más leyes, necesita la aplicación de las que tenemos, ¡pero no en ellos! Seguramente serían incapaces de relacionar su “pequeña” falta con un asunto de interés nacional como un gran fraude o una estafa maestra. Hacer conciencia en los ciudadanos de la importancia que tienen sus pequeños actos cotidianos en el futuro de la sociedad es una tarea fundamental si algún día queremos ser un país con menos impunidad.
Como lo he expresado, la vialidad es un territorio fantástico para educar a la sociedad. Todos los días convergen millones de cruces que implican millones de decisiones cívicas cuando uno maneja y cuando uno es peatón. La forma como resolvemos la vialidad cotidianamente es además una gran aula para las futuras generaciones. Millones de niños ven a sus padres solventar asuntos de vialidad, y básicamente podríamos decir que ven cumplir o ven incumplir, aun cuando no puedan discernir entre las dos posiciones.
Entiendo que los Reglamentos de Vialidad o Tránsito, en algunas ciudades, cada vez son más estrictos y tienen consecuencias más severas para los transgresores. Desconozco si esto ha llevado a tener una sociedad que se conduce mejor en la vialidad (y por lo tanto ante la ley). Lo que tengo claro es que, si una sociedad desprecia la normativa vial, también está en camino de despreciar otro tipo de leyes. De ahí que hacer cumplir el Reglamento Vial debería ser una de las prioridades del gobierno.
En otros países, tener licencia de conducir es un derecho condicionado por el Estado. Una concesión sujeta a un cumplimiento por parte del ciudadano (como sucede con muchas otras áreas donde el gobierno da permisos). Acumular determinadas sanciones es demostrar un comportamiento antisocial (es contra los intereses de la mayoría) y antilegal, y se castiga con el retiro temporal o definitivo del derecho de conducir. No conozco dentro de mi círculo a una sola persona en estas circunstancias, alguien que diga “tengo prohibido manejar, me retiraron la licencia”. No es un tema para presumirse, pero esas cosas trascienden, ¿ustedes conocen a alguien así?
Inclusive, no deberíamos temer a usar una especie de registro de reputación cívica, algo como un padrón público donde pudiera consultarse el historial de conducta vial de una persona (ya se hace algo similar con el Buró de Crédito y otros registros judiciales, ¿no?). Un futuro empleador o alguien que busca un socio podrían tener una idea de con quién establecerán una relación, a partir de un patrón que diga ¿respeta o no la ley? Sé que a muchos esto les suena exagerado. Por ese motivo no evolucionamos socialmente, seguimos creyendo que el cambio está en otro lado, y no, la semilla para una mejor sociedad está en cambiar lo menos para luego ir por lo más.
El país que merecemos lo tenemos en el volante. El que queremos, también.
(publicado el 8 de agosto de 2021)