El 7 de diciembre de 1941 la base militar norteamericana en Pearl Harbor fue atacada súbitamente por la Armada Imperial de Japón, uno de los sucesos militares más contados en los libros de historia. Pocos saben que un mensaje preventivo enviado por el general George Marshall desde el Departamento de Guerra en Estados Unidos a su contraparte en el Pacífico, general Walter Short, llegó horas después del ataque nipón; ¿el motivo?, fue enviado como telegrama comercial en vez de haber usado la radio de la Marina. Short lamentaría que de haber tenido el mensaje a tiempo hubieran podido repeler algo de la ofensiva japonesa.
La humanidad ha dependido de información veraz y oportuna para tomar decisiones. Grandes eventos hubiesen tenido otro desenlace por culpa de la información. Los mexicanos tal vez hablaríamos francés y no español si el mensajero del rey Fernando no alcanza a Colón, camino a París donde buscaba fondos para su expedición a las Indias, para notificarle que los soberanos de Castilla siempre sí financiarían su viaje.
Hace unos días tenía que emprender un viaje por carretera desde las montañas de Colorado a la ciudad de Denver, donde tomaría un avión al filo del mediodía. No sería un viaje usual, no estoy acostumbrado a manejar en un camino con pavimento cubierto de hielo y bajo una copiosa nevada. Peor aún, tenía reportes de caminos cerrados y avalanchas de nieve que descendían arrolladoramente de las laderas. El trayecto que usualmente es de 2 horas podría ser el triple o más, dependiendo del clima y los muy posibles cierres de caminos, con la insalvable consecuencia de tener que usar rutas alternas más largas. ¿Cómo te informas para tomar la mejor decisión sobre la hora en la que debes salir y la mejor ruta que debes transitar? En México acudiría a Twitter con la esperanza de que algún cibernauta tuviese información fidedigna. Otros, más “científicos”, avientan un volado. Mi abuelita me hubiese encomendado a una divinidad.
Las sociedades más desarrolladas tienen mejor calidad de información y el gobierno funciona como articulador de ésta, entre sus propias dependencias y la sociedad civil. Una página (www.cotrip.org) resultó vital para mi gélida odisea. Tuve acceso, desde mi teléfono, a un mapa interactivo con varias capas de información, como condiciones del pavimento, velocidad promedio, alertas, cámaras de video en vivo, fotografías, avisos en el camino (pude leer anticipadamente lo que dicen los letreros electrónicos en diferentes partes de la ruta), condiciones de las estaciones de servicio, regulación en materia de rodamiento y más información que me dio certeza.
Como sociedad tenemos derecho a contar con información sensible que salvaguarde nuestra integridad y nos permita tomar decisiones en diferentes aspectos de la vida. Cuando viví en California podía consultar un mapa digital que mostraba la escuela de mis hijos y los domicilios de los delincuentes sexuales en cierto perímetro, además exhibía con rostro, nombre y apellido al criminal. Lo mismo podías consultar para tu casa. Contar con este tipo de visibilidad es también una herramienta poderosa para combatir delitos. El gobierno mexicano podría construir estas herramientas que tienen como base la buena información. Una promisoria señal es lo que ha emprendido la Secretaría de Turismo a través de su buzón turístico, donde pretende nutrir iniciativas de proyectos a partir de la información ciudadana, para después poner a disposición de la comunidad un atlas turístico.
La información extiende nuestras facultades. Muchos mexicanos hemos aprendido a ubicar los puntos cardinales de la ciudad no por el sol sino gracias a Waze. Por esa aplicación conocemos mejor nuestro territorio y tomamos mejores decisiones.
Lejos estamos del momento en que los troyanos dejaron entrar a su territorio una escultura gigante en forma de caballo donde se escondían soldados griegos. La expresión “de haber sabido” tiende a ser cada vez menos válida, aunque en nuestro país el “quién sabe” se impone al “así es”. Para muestra están las absurdas consultas populares.
Mejorar como sociedad implica mejorar la información que podemos usar. Por ello alarma la certeza de que en México siempre hay un sospechoso y además vulnerable: la información.