Habitante cotidiano del mundo de los signos, Umberto Eco expuso su visión sobre belleza y fealdad en sendos volúmenes que no sólo dejaron de manifiesto la erudición del semiólogo italiano, también profundas reflexiones cuyas derivaciones nos alcanzan más allá de su muerte. En el marco del Hay Festival Alhambra, Granada, en el año 2008, ante un repleto auditorio Manuel de Falla, el novelista declaró: “La fealdad es siempre un error de sintaxis y por eso es infinita, porque las maneras de construir una frase de forma correcta son escasas, pero las de hacerlo mal son infinitas”.
Tendré el atrevimiento de modificar la lúcida aseveración del autor de El nombre de la rosa, en un afán por demostrar que tiene razón, incluso en territorios por él nunca imaginados, como el azote mundial del coronavirus, que hoy altera hábitos y perspectivas: “La enfermedad producida por un virus es siempre un error de sintaxis y por eso es infinita, porque las maneras de tener un cuerpo saludable son escasas, pero las de enfermar son infinitas”. De alguna forma, el trabajo viral sobre la célula ocupada consiste en reprogramar sus funciones, es pues un error de sintaxis respecto al estado saludable.
El Covid-19 está mostrando la fragilidad humana en pleno siglo de grandes avances tecnológicos. Una vulnerabilidad que conviene prever y entender ante un evento que está sacudiendo al mundo no sólo en cuanto a la salud, también en lo social y lo económico, frente al cual el gobierno de México dice estar tranquilo y preparado. Muchos pensamos que no lo está y que, a diferencia de otros países que están tomando medidas, el nuestro luce demasiado esperanzado en que la pandemia no afectará al país. ¿Y si algo falla?
La reflexión de Umberto Eco me recordó el inicio de una novela universal: “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”. Sin saberlo, Tolstoi llegó a las reflexiones de Jared Diamond. En su libro Armas, gérmenes y acero, habla de “el principio de Ana Karenina” para explicar que, en muchos aspectos de la vida, el éxito no es producto de hacer una cosa correctamente sino de evitar muchas posibles formas de fallar. Este principio lo deberían conocer y entender el presidente de la República, su gabinete y equipo de asesores para tomar medidas efectivas que amortigüen el potencial impacto de la pandemia. Se trata de entender que, ante cierto plan (como la cuarta transformación del país o que el pueblo sea feliz, feliz, feliz), puede surgir un evento en que una falla en alguno de los factores que lo integran, lo condenaría al fracaso. Dicho de otra forma, para que algo salga bien, cada potencial deficiencia debe ser prevista y evitada. Esto implica una certera lectura de la realidad.
AMLO no ha demostrado la facultad de escuchar a quien piensa diferente a él y, salvo el caso de la fecha de inicio de su célebre lotería para el avión presidencial, donde cambió el día de lanzamiento para no coincidir con el movimiento de paro de las mujeres (9M), recapacitar y enmendar un error no es lo suyo. Lo que sí ha demostrado es su muy particular lectura de la realidad, diagnosticando consecuencias que parecen ser parte de un universo paralelo al nuestro. ¿Las medidas que está tomando el mundo corresponderán al cajón de los otros datos? El presidente de Estados Unidos prohíbe los vuelos desde Europa (salvo los del Reino Unido) al tiempo que en México no hay protocolos para vuelos del extranjero provenientes de países con alarma por la pandemia.
En Teoría de las catástrofes, el matemático Vladimir Arnold apuntala el principio de Ana Karenina cuando expone que las cosas buenas, como la estabilidad, son más frágiles que las cosas malas. “Para llamar una situación como mala, una sola falla es suficiente”. ¿Entenderá AMLO que para que fracase su gestión una sola falla es suficiente pero que para que sea exitosa se requieren varias decisiones acertadas?
El mundo toma distancia social, los abrazos y los saludos de mano se vuelven actos exóticos. Los números oficiales sobre los contagios en México parecen un oasis, quizá sean un espejismo. Como fuere, los mexicanos habitamos un país donde la terca realidad nos alcanza, mientras el Presidente y su gobierno corrigen el territorio desde su mapa.