Las culturas del mundo son un gran mosaico hecho de las distintas formas de ver y entender la realidad. Viajar es vivir nuestras diferencias. Un viaje paralelo es tratar de entender las razones, no siempre visibles, de esas formas de ser, el entramado oculto que sostiene una cultura y determina el comportamiento de sus habitantes, incluso si estos no son del todo conscientes de esos orígenes.
El psicólogo social Clotaire Rapaille escribió un libro que responde a este tema, El verbo de las culturas, un ejercicio que se vale de estereotipos y clichés para “descifrar” sociedades bajo el entendido de que “en cada cultura existe un verbo que funciona como llave para abrir la puerta hacia el inconsciente colectivo”. La aproximación de Rapaille no deja de ser simplista y su enfoque muy probablemente quede corto para el especialista en análisis social, pero es un valioso ejercicio para tratar de entender los códigos culturales; finalmente es a través del lenguaje que se manifiesta un sistema de creencias.
Así, el verbo que define a los franceses es “pensar”. Descartes es citado con frecuencia: “Pienso, luego existo”. Para los franceses es más valorado tener ideas que llevarlas a cabo. Se sienten los padres de la libertad, los derechos humanos, la revolución. Ya que el trabajo es visto con cierto desprecio, como algo para las clases sociales inferiores, no es casual que los galos tengan tantas huelgas. La palabra sabotaje es de origen francés, evoca la falla inducida por parte de trabajadores que no deseaban laborar. Si los japoneses tienen en el núcleo de su identidad las entrañas, y los aztecas lo tuvieron (es discutible) en el corazón, los franceses tienen como núcleo identitario la cabeza, de ahí que inventaran una terrible máquina que decapitaba (y de paso impedía seguir teniendo ideas).
Para los ingleses, Rapaille sostiene que el verbo dominante es “ser”. No sólo porque uno de sus eminentes literatos imortalizó en Hamlet la frase “ser o no ser…”, sino porque para los británicos lo que cuenta socialmente es ser, no pretender ser. “En Inglaterra, eres o no eres. Lo que hagas o lo que pienses es irrelevante, y no hay nada que puedas hacer al respecto. El resultado es una especie de indiferencia. Si Francia es una idea, Inglaterra es una clase social”. Para los holandeses el verbo es “Intercambiar”, son buenos comerciantes y por ello intercambiaron espacio con el mar. Para los gringos el verbo es “hacer”. Rapaille dice que el filósofo norteamericano por excelencia es Nike con su lema “just do it”. La procrastinación (el no actuar) es severamente castigada entre la cultura norteamericana.
El psicólogo social afirma que “a los mexicanos se les ha enseñado que Dios hizo que el destino de los pobres y poco educados fuera sufrir y que la única respuesta aceptable era ser piadosos y pasivos: aguantar”. A partir de este verbo construyo unas derivaciones. Creo que en nuestra cultura impera el aguantar como una forma de sobrevivir, pero también otro verbo que se proyecta de aquel: esperar. El que aguanta, espera. No es casual que la “esperanza” cohabite entre nosotros en diferentes manifestaciones. Dentro del adoctrinamiento religioso católico tener fe es esperar que sucederá algo, como la vida en el mundo futuro, la llegada de El Salvador. Estamos, desde este punto de vista, entrenados para aguantar y esperar.
Desde el ámbito político, “el que se mueve no sale en la foto” es decir: debe saber aguantar, esperar. La frase “le hizo justicia la Revolución” alude a que alguien fue lo suficientemente paciente, supo aguantar para recibir. Morena es “la esperanza de México” y el carisma de su líder provoca reacciones de culto. ¿Quién mejor que él para dar? El verbo de la autodenominada Cuarta Transformación bien puede ser “dar”. La visión del Estado benefactor que debe controlar y solucionarle la vida al pueblo se hace presente en cada programa de apoyos sociales y a través de los subsidios. Si la corrupción quita al pueblo, la anti-corrupción da al pueblo.
Podemos o no estar de acuerdo con las decisiones del nuevo gobierno, pero no podemos pasar por alto lo atinado de su trasfondo: a pueblo que espera, promesa de darle. Ésa es hoy la (bien conjugada) esperanza de México.