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El valor de lo falso

La creatividad humana es fascinante para construir valor, incluso a través de la destrucción (convengamos con Lavoisier, estamos en el territorio de la transformación de la materia). El colectivo artístico MSCHF, conocido entre los iniciados como “mischief”, es una organización asentada en Brooklyn que propone novedosas colecciones, algunas dignas de análisis, pues no son simplemente un divertido ejercicio de creatividad o una excéntrica ocurrencia, son también un crisol para entender aspectos de la conducta.

El colectivo saca a la venta diversas propuestas cada dos semanas. Recientemente tocó el turno a la del sugestivo nombre “Museo de las falsificaciones”. La organización adquirió por 20 mil dólares un dibujo de Andy Warhol (hecho en 1954). Mediante un brazo robótico hicieron 999 reproducciones idénticas al original. Las copias fueron sometidas a un proceso de degradación para darles ese aspecto añejo del papel, usando calor y humedad. Posteriormente, el original fue sembrado entre las falsificaciones, asegurándose de borrar cualquier huella que permitiera identificarlo. En otras palabras, lo “destruyeron” al diluirlo o extraviarlo. La genialidad es que saber que está ahí en alguna de esas mil posibilidades le da un nuevo valor. De hecho, vendieron cada una de las piezas en tan solo 250 dólares, así, obtuvieron 250 mil dólares. Cada uno de los compradores obtuvo una obra original de MSCHF que “posiblemente sea la obra original de Warhol”, por un precio sustancialmente menor de lo que hubieran pagado por la verdadera.

La esperanza siempre juega a los dados; en esa remota posibilidad un mundo es posible. Con el tiempo quizá la obra del colectivo alcance un precio superior al original con el que se inició la idea. El mundo del arte deja en evidencia que el valor de algo se da no en función de lo que el objeto es, sino de lo que significa para el observador. Esto mismo aplica en el mundo de las marcas y en muchos aspectos de nuestra vida, valoramos más las cosas por lo que significan que por lo que son. El concepto de valor simbólico ha existido a la par del ser humano. Las reverencias mitológicas y religiosas parten de este principio, el objeto como representación de algo mayor. La tradición es la repetición simbólica que busca perpetuar no solo el acto, sino el significado.

Es natural, el ser humano no puede estar sin preguntarse y responderse (aunque no sea un proceso consciente) ¿qué significa esto? El fenómeno no es exclusivo de los seres humanos, en el mundo animal la sobrevivencia depende de saber leer los signos (los colores, sonidos, formas y más). Cuando un perro ve que su amo trae en la mano la correa, significa “voy a pasear”. A pesar de ser tan evidente y contundente, el concepto de valor simbólico no es materia de discusión estratégica en las empresas o en las instituciones. Error. La gente paga más por lo que las cosas significan que por lo que las cosas son.

Volviendo al enfoque del colectivo de arte, su propuesta, un tanto anárquica y disruptiva, tiene que ver con espetarle a la comunidad artística que están más preocupados por asegurarse que algo sea original o verdadero, que por su valor estético. Aunque entiendo este tono de protesta, me parece una batalla perdida. Es como quien avanza en sentido contrario en una avenida muy transitada y grita que el sentido es en dirección opuesta. Otro de los fines del “Museo de las falsificaciones” es hacer comunal la propiedad de algo, a partir de “destruirlo”, una especie de “si no es mío, no será de nadie”, pero no de modo subversivo o radical, de hecho, los creadores dicen “La ubicuidad es la oscuridad en la que la novedad y la vanguardia mueren de verdad. Más que un lienzo cortado o páginas quemadas, la democratización del acceso o la propiedad destruye cualquier trabajo basado en la exclusividad”. Interesante, sin duda, ¿qué pasaría si en 300 capitales del mundo hubiera una Torre Eiffel exactamente igual a la original? Pues que ésta perdería su valor al perder exclusividad. Esa es la ubicuidad que mata.

En un mundo donde las tendencias son como mareas que uniforman a la gente, el valor diferencial se abre paso con una paradoja, algo es valioso no por lo que es, sino por lo que puede ser.