¿Es posible unir a un país como el México de hoy en un discurso? Sin duda debe ser una tarea difícil, más aún para el presidente Andrés Manuel López Obrador, hombre de convicciones firmes quien, en su toma de protesta, refrendó sus promesas de campaña. Para algunos (me incluyo) fue una extensión de la campaña presidencial, para otros fue un mensaje predecible y alentador. No puede negarse que el discurso fue congruente con lo que el hombre que ahora ostenta el Poder Ejecutivo ha sido y ha dicho, sus millones de seguidores se sentirán complacidos. Algunos también pensamos que fue una oportunidad desaprovechada para, sin traicionar sus causas, dar señales en favor de luchar contra la polarización que vivimos en el país. Esperaba un Presidente despojado del candidato, vi a un candidato con la banda presidencial. Reconozco que yo no represento a la mayoría.
Quedó claro, por si había dudas, que la gran promesa central del nuevo gobierno es la lucha contra la corrupción y la impunidad, encomienda que me parece loable pero poco realista dada la estrategia (si podemos llamarle así) planteada, donde no hay un reconocimiento a un fenómeno sistémico y sí una esperanza que raya en lo mesiánico y en lo ingenuo. No sólo la corrupción y la impunidad, asociadas al llamado modelo neoliberal, son el enemigo de México, también hay que sumar la polarización que ha dejado el proceso de ser oposición durante muchos años. Debe pasarse de ser oposición a ser gobierno.
El discurso de ayer del Presidente se acerca más a lo primero que a lo segundo, por el bien del país esperemos que pronto pueda dar señales que permitan apaciguar la polarización, porque ni todos quienes apoyan incondicionalmente a López Obrador y a Morena deben ser etiquetados como chairos u otro adjetivo peyorativo ni todos los que difieren de sus postulados son fifís ni conservadores corruptos ni neoliberales (ahora sinónimo de lo peor que ha dado el país). El Presidente no sólo debe proponerse pasar a la historia en un tomo de gloria por su cuarta transformación, también debería proponerse dar ejemplo de evitar la polarización que tan buen resultado le dio como opositor.
Me comenta Roberto Bonilla, especialista en Espirales Dinámicas, modelo que estudia científicamente los modelos mentales de las personas y las sociedades (por ende también su comportamiento) a través de un sistema de valores que refleja la forma de ver el mundo, que AMLO es especialista en comunicarse con los 3 primeros niveles de la espiral (1. La sobrevivencia, 2. La seguridad y la tradición, 3. El poder y el impulso) donde está la gran mayoría de sus seguidores. Su reto sería llevarlos al 4o. nivel, el orden, las reglas y la transparencia. Considérese que los empresarios y los inversionistas (lo que podríamos llamar “el mercado”) están en el nivel 5, competitividad emprendedora. El modelo de Espirales Dinámicas, comenta Roberto, predice que cuando hay dos o más niveles de diferencia, “la comunicación es imposible, no importa que ambos niveles hablen español”. Esto explica que para algunos el mensaje presidencial no haya gustado, pero a otros sí.
Ojalá que por el bien de todos la cuarta transformación sea exitosa y que López Obrador pase a la historia como el mejor presidente de México. Su gobierno comienza con evocaciones muy marcadas al pasado, como la imagen institucional (de la que pienso fue un abuso innecesario usar el color de Morena) que habla del ayer, no del mañana, y la vuelta a políticas económicas que contundentemente han fracasado en el mundo: los subsidios, el asistencialismo marcado y los precios de garantía.
Por otro lado se trató de una gran fiesta popular con actos tan simbólicos como la apertura de Los Pinos, en la que a la gente se le hace saber que recupera algo que le pertenecía, y la austeridad del Presidente que viaja en auto compacto y se acerca a la gente. Ayer mencionó la “honrosa medianía” de Juárez; otro de sus retos será que esa medianía no se convierta en mediocridad, con burócratas y asesores mal pagados y obras públicas que no aspiran a destacar por su grandeza sino por lo poco que cuestan.
Como sea, aún falta que AMLO se siente en la silla del águila y nos responda lo que sigue en el aire: ¿quién es el presidente López Obrador?