A Horacio Fernández, visionario.
El mundo se sacude ciertos materiales. Otrora protagónicas en un supermercado, las bolsas de plástico (productos de alta tenacidad molecular) desaparecen de los comercios como un esfuerzo de tener un planeta menos contaminado. Regresar a los materiales de antaño recupera parte de la memoria de muchos e incorpora “novedosas” soluciones para las generaciones de jóvenes que ven en el papel o el vidrio, innovaciones extraordinarias. Esto mismo podría ser el caso del barro y la alfarería.
Recordarán un video donde el presidente López Obrador, de gira por la Huasteca hidalguense, aparece junto a Gilberto, un ejidatario que produce jugo de caña con un rudimentario trapiche impulsado por un caballo. AMLO, sin duda sensible al pasado, mencionó: “esto es la auténtica economía popular (…) así como esto, existen las actividades productivas abajo, en la gente (…) Ésta es la economía que estamos impulsando”. El mensaje fue producto de escarnio entre quienes esperan un mandatario que construya una visión de futuro e interpretan que más bien hay una visión de pasado, de trapiches y tlacoyos. Yo mismo he tenido esa sensación, quizá porque el contexto no le ayuda a un Presidente que por un lado no se explica bien y por el otro cancela obras donde la tecnología y el futuro son parte de la narrativa. Creo, sin embargo, que caben las dos narrativas, la del pasado y la del futuro.
Visité un paisaje como inspirado en un cuadro de Velasco, la mixteca oaxaqueña, en Santo Domingo Tonaltepec, textura de verdes con brotes de tierra roja y un cielo azul inédito, con motivo del encendido del primer horno de leña sin humo que permitirá a los alfareros locales un proceso más eficiente en la quema de sus piezas, un menor consumo de madera (pues basta con la poda, no con la tala) pero también incidirá favorablemente en su salud, ya que los tradicionales hornos de quema al aire libre, que existen desde el siglo XVI, generan dañinos contaminantes al planeta y a los pulmones de mujeres y hombres alrededor.
El proyecto de instalar este tipo de hornos es un ejemplo de lo que puede conjugar la “economía popular”, que menciona el Presidente, con el futuro y la tecnología, para mejorar la condición de vida de las comunidades. Estuve en Tonaltepec en mi calidad de consejero de la Escuela Nacional de Cerámica, ambiciosa y noble iniciativa a nivel nacional que busca rescatar la tradición ceramista mexicana y construir un nuevo espacio para la conservación, creación, innovación, investigación y enseñanza de la cerámica. En Oaxaca apoya la Fundación Alfredo Harp Helú. Me dio mucho gusto escuchar a Isabel Grañén y a Alfredo Harp; constatar la sensibilidad y la pasión que han puesto en apoyo a estos proyectos y ver cómo los locales les externan muestras de cariño. No puedo estar más de acuerdo con Isabel, doctora en Historia del Arte y firme defensora de la tradición indígena, cuando expresa que son los propios artesanos quienes adoptan o no nuevas técnicas, sin que se les impongan criterios, y que este tipo de apoyos detienen la migración de potenciales artistas que se van a lavar platos a otro país.
Me llegaron hondo las palabras de Macrina, artista indígena con 42 años de trayectoria, que viajó unos 120 kilómetros desde su San Marcos Tlapazola, donde ya opera con uno de estos hornos que por cierto son invento del maestro Kusakabe, ceramista japonés traído por la Escuela Nacional de Cerámica, y que con el maestro Susuki han capacitado a artesanos mexicanos para aprovechar un horno que, para sorpresa de muchos, no echa humo. Macrina, con su traje típico regional, lucía radiante; dijo: “me siento una mujer muy exitosa (…) ahora nuestras piezas resisten más (…) nuestra vida ha cambiado”. Si verdaderamente el Presidente quiere cambiar las condiciones de vida de millones de mexicanos, debería ver en este ejemplo cómo se puede innovar con respeto a la tradición; debería también reactivar el apoyo a las pymes, que son las empresas que más empleo generan en México.
Al despedirme de Macrina le pregunté por qué dijo que su vida ha cambiado. Su respuesta podría ser el testimonio de quien regresó de una maestría de Negocios en Harvard: “antes yo tenía que salir a tocar puertas para vender, ahora tocan a mi puerta”.
Tal vez el futuro es de barro y tal vez, está en nuestras manos.