Llegó el paciente a su cita. Esa noche, particularmente, sentía más rabia que de costumbre. Debo advertir que esta historia es ficticia, como suele decirse en estos casos, “cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia”.
El doctor dio la bienvenida al político y comenzó a escucharlo. “¿Al carajo?”, inquirió el psicoanalista cuando el Presidente le explicó por qué no fue a mostrar su solidaridad desde el lugar de la desgracia de la Línea 12 del Metro. El especialista no se contuvo: “Pero ahí no había lo que usted llama conservadores o adversarios, ahí había familias trabajadoras, personas que seguramente votaron por usted. ¿No se supone que ustedes, su partido, defienden al pueblo?”.
“¿Por qué considera como hipócrita una foto en el lugar de la tragedia, pero no lo es si se la toman en la supervisión de una de las obras que impulsa su administración?”. Luego de escuchar la respuesta del mandatario, donde repetidamente hacía alusión a él mismo, y que no era como otros, el médico anotó: “trastorno de personalidad narcisista” (estado mental que hace que los individuos tengan un sentido desmesurado de su propia importancia, un deseo permanente de que se les dé atención y admiración excesivas).
Para correlacionar datos, el psicoanalista regresó varias páginas en sus apuntes. En otra fecha habían hablado de aquel sueño donde el paciente era una reencarnación de Francisco I. Madero, la prensa confabulaba en su contra, Estados Unidos era un vecino injerencista, mientras él, mártir de la democracia, luchaba por el país. Le hablaba en sueños, dijo, uno de los retratos del revolucionario coahuilense colgado en los pasillos de Palacio. “Comportamiento obsesivo compulsivo por aparecer en los libros de historia”, anotó el especialista.
En los apuntes de abril, decía: “le pregunté por qué despreciaba a los médicos privados. Su respuesta arrastra un odio irracional por todo aquello que le quite reflectores… en el fondo es inseguro y rencoroso”. Revisando las notas de marzo, el médico leyó: “no es que tema a las mujeres, simplemente las desprecia. La barricada en el Zócalo es una respuesta paranoide… rasgos misóginos… guarderías cerradas, ver caso del desprecio a las madres de desaparecidos. ¿Por qué el desprecio es tan común en él?”.
Algo que le intrigaba mucho al doctor era entender por qué alguien que repetidamente se dice “pacifista”, muestra en la práctica una marcada propensión por la violencia verbal, una incontenible capacidad para endilgar adjetivos ofensivos a opositores “reales o imaginarios”, así lo había escrito en sus apuntes aquella vez, en la que subrayó: “trastorno de personalidad ambivalente que va del odio y el desprecio a fórmulas expresivas melosas, cuya rima persigue un efecto de simpatía y recordación popular, a modo de estribillo, como ‘abrazos, no balazos’ más que un sentimiento genuino”, y luego acotó: “excepcional capacidad para mediar entre los extremos de su personalidad”, “búsqueda constante de conflictos, regocijo por dividir, no por sumar”.
El psicoanalista había sido incapaz de mantenerse neutral, había desarrollado aprecio, tal vez lástima, por el político. Le reconocía haber visibilizado la pobreza del país. Le reprochaba su ilegal injerencia electoral. La noche de su último encuentro lo acompañó hasta la salida, lo despidió antes de abordar su famoso auto compacto blanco. Dada la confianza que ya había entre ellos, fue inevitable preguntarle al Presidente, a modo de provocación: “¿no le parece que no respetar la luz roja del semáforo es una muestra de desprecio a la ley, no cree usted que su investidura le obliga a ser ejemplo de legalidad?”. Le escuchó responder: “es un video editado, tengo otros datos” y se carcajeó, ya dentro del Jetta.
El psicólogo subió a su consultorio y escribió: “Remitirlo a psiquiatría, efecto Dunning-Kruger” (sesgo cognitivo según el cual los individuos con escasa habilidad o conocimientos sufren un sentimiento de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que personas mejor preparadas, midiendo, incorrectamente, su habilidad por encima de lo real. Hace que el sujeto no pueda reconocer su propia ineptitud).
El explorador de mentes sabía que en unas horas vendría otro capítulo mañanero de un reality show. Como niño, dejó la luz encendida.
(publicado el 16 de mayo de 2021)