Para Nacho Lapuente Rodarte, in memoriam.
Aplaudo el arrojo del presidente López Obrador para enfrentar el saqueo a la nación que desde hace años se hace a través de y desde Pemex. Si el precio para terminar con este robo sistemático y transexenal son las molestias temporales para la población, es un precio pequeño en comparación al efecto sanador que podría tener para el país. Si, por el contrario, se tratase de una mala decisión que no acabará con el saqueo ni llevará ante la justicia a los responsables, sería un error histórico, del mismo modo que si se trata de una mala estimación en la importación de gasolina, disfrazada de guerra contra el saqueo.
La escasez de combustible, supuestamente planeada (es un decir) desde lo alto de la administración federal, ha dejado al descubierto varios aspectos de la naturaleza humana. La falta de gasolina demuestra nuestra fragilidad a una vida que depende menos de valores cívicos y más de la combustión en los cilindros. La sociedad civil (que desprecia nuestro primer mandatario) está demostrando que sabe reaccionar mejor que el gobierno. Pronto surgieron herramientas en las (benditas) redes sociales para mapear las gasolineras abastecidas. ¿Acaso el gobierno no pudo haber planeado un salvavidas similar una vez que decidió cerrar los ductos? Otro botón: se escuchan propuestas inteligentes para alternar la carga de combustible (mientras dure el desabasto) según la terminación de las placas, de esa forma no creamos caos viales ni saturamos gasolineras; es una propuesta ciudadana, no de gobierno. ¿Pedir paciencia es lo mejor que pueden hacer? ¿En serio no previeron las consecuencias de sus decisiones?
En su lucha contra el gran enemigo, la corrupción, el presidente de la República debería reconsiderar sus dichos. La batalla no es nada más no robar del erario. Una de las formas de corrupción que asolan a una sociedad es la corrupción de las palabras. Como el canario de las minas que anuncia el gas envenenado al morir, cuando se pierde el respeto por el valor de las palabras se exhibe también un mal mayor: la degradación moral en la sociedad. Mentir o confundir también es corromper la palabra. El presidente López Obrador ha repetido que no se trata de desabasto. Para la Real Academia Española “desabastecer” es “Desproveer, dejar de surtir a una persona o a un pueblo de los productos necesarios o impedir que lleguen donde los esperan o necesitan”; para la gran mayoría de los automovilistas, también. Un pueblo corrompe las palabras cuando miente sistemáticamente, cuando se pierde la confianza en la palabra. Forzar el significado de la palabra desabasto para que no signifique desabasto es corromper la palabra. Y quien corrompe es corrupto.
John Locke, filósofo de la Ilustración, atinadamente dijo: “El lenguaje es el gran vínculo que mantiene unida a la sociedad”. Es a través del lenguaje que usamos un conducto no sólo para transmitir conocimiento, también para forjar identidad y códigos culturales (hábitos, formas de ser). Cuando este conducto se deteriora, erosionamos una parte fundamental de la cultura de la sociedad pero al mismo tiempo seguimos forjando identidad, nada más que una identidad proclive a la corrupción, por ello es importante que el ejemplo que tanto ha pregonado querer dar Andrés Manuel López Obrador incluya el no corromper la palabra.
En 1946, George Orwell escribió que el lenguaje de la política “está diseñado para hacer que las mentiras suenen veraces y respetables, y dar una apariencia de solidez al viento puro”. Tenemos décadas de poner en duda el lenguaje de la política en México, lo menos que se le puede pedir a la autocalificada como Cuarta Transformación es honestidad en las palabras. Se ha dicho, por ejemplo, que los aviones no chocan, se repelen; que la Guardia Nacional que pretende crearse será para la pacificación, siendo que su inequívoca esencia militar implica una preparación para la guerra. Parafraseando al autor de 1984: ¿la Cuarta Transformación implica un adoctrinamiento al estilo de “La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza”?
De terminar con el robo de combustible aplaudiré al Presidente. También si al desabasto le dice “desabasto”. ¿O será mucho pedirle que no corrompa las palabras?