Una de las más interesantes complejidades humanas es la forma en cómo solucionamos o tratamos de solucionar conflictos. Hace unos días escuché una hermosa definición: complejidad es el estudio de hacer productivas las contradicciones (doctor Abraham Nosnik). Nótese que no dice “erradicarlas”. El conflicto es parte del ser humano pero poco o nada se nos enseña para tener habilidades en solucionarlos. Lo más común es que aprendemos por imitación a nuestras figuras de autoridad (padres, maestros, líderes religiosos y políticos, celebridades artísticas y deportivas, etcétera).
El momento que vive México es retador y complejo, encierra oportunidades. Está por asumir el poder un líder carismático y sensible que supo, durante sus muchos años en campaña, sacar provecho de otra de las características a las que los humanos somos proclives: es más fácil votar en contra de algo que a favor de algo. La animadversión y la enemistad son condiciones rentables en la política durante las campañas, dan votos. Pero son campo minado durante el ejercicio del poder. Ahora ese líder, su equipo y su partido, deberán mostrar su talento dando un viraje al discurso y a su esencia, de oposición a colaboración. El momento de México es la colaboración, de no entenderlo la fuerza política dominante, podríamos lamentar otro sexenio perdido.
Colaboración como solución de conflictos no es una materia de escuelas primarias, ni secundarias, ni preparatorias ni de universidad y tal vez tampoco de posgrado, al menos no en la mayoría de las carreras, cuando debería ser parte del entrenamiento básico del ser humano para dirimir diferencias no sólo en política, sino en la empresa y la familia. El próximo secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, está a favor de los esquemas de aprendizaje colaborativos, no estaría mal que incluyera en los planes de estudio la resolución colaborativa de conflictos.
Adam Kahane es un experto en resolución de conflictos, se ha curtido en latitudes y momentos complejos, desde Tailandia hasta Guatemala y Sudáfrica, pasando por Colombia. Ha estado en mesas donde actores disímbolos, con años de odio y animadversión, con sangre del enemigo en sus manos, se han sentado para tratar de negociar sus intereses y llegar a acuerdos nacionales. Su experiencia es invaluable y la ha plasmado en un libro a cuyo título nada más le faltaría decir que encaja de maravilla en el momento mexicano: Colaborar con el enemigo: cómo trabajar con quien no estás de acuerdo, no te agrada o no confías.
Dice Kahane que hay cuatro formas de lidiar con situaciones problemáticas: abandonar, adaptarse, forzar (estas tres implican unilateralidad) y colaborar (que requiere multilateralidad). El tema es oportuno si no queremos agrandar las heridas que años de imposición han dejado en México. Pensemos lo sucedido esta semana en la Cámara de Diputados, la fuerza de Morena podrá tener los votos pero no necesariamente la colaboración para conseguir un mejor futuro para el país. El sentimiento de “ahora somos superiores y tú inferior” no es un camino colaborativo. La imposición degenera. ¿Fueron elegidos para replicar lo que condenaron siempre?
Acaso la ilustración más sensible en el libro de Kahane es entender que colaborar no es fácil porque no todas las situaciones son sencillas. Ante problemas complejos no basta dialogar y exponer razones, se requiere un tipo de colaboración que el autor llama “estirada” (stretch), cuyos principios implican entender que no hay frutos colaborativos cuando una de las partes se siente en posesión absoluta de la verdad y cuando argumenta “por el bien de todos” puesto que es una falacia pensar que existe un conjunto homogéneo donde cabemos “todos”. La gran diversidad de lo que es ser mexicano nos llama como nunca a entender el concepto de “holon”, de Arthur Koestler (citado por Kahane), que significa que somos parte de un conjunto que a su vez es parte de otro conjunto y de otro más grande.
Los sistemas sociales consisten en múltiples “todos”, de ahí la importancia de que un líder como AMLO pueda inspirar y guiar la colaboración de diversos actores para el desarrollo y la prosperidad de la nación. La oportunidad de gestar un proceso de colaboración es ahora. Ésa sería una gran cuarta transformación.