Señor Presidente, en aras de que su administración sea exitosa y particularmente su cruzada contra la corrupción pase a la historia, me permito dirigirme a usted en respuesta a su llamado para que veamos a la corrupción como una enfermedad, por lo que sugiere “hacer terapia para reincorporar a mucha gente”. Quiero pensar que su postura como candidato ha madurado a la postura de un mandatario, ahora ve que no basta con su ejemplo y que la corrupción no se acaba nada más barriendo de arriba para abajo, de ahí que proponga una terapia, pues se ha dado cuenta que el mal es más complejo de lo que pensó. En nuestro único encuentro cara a cara, donde era usted candidato, le comenté que su visión para erradicar la corrupción me parecía ingenua e insuficiente. Quiero creer que sabe rectificar ante la evidencia.
Mencionó también que la corrupción es “una especie de enajenación” y que “hay que crear una asociación para recuperarlos (a los corruptos)” para “hacerles ver que el dinero no es la vida… que no es lo material lo que da la felicidad… que sólo siendo buenos podemos ser felices”. Estoy de acuerdo con usted (aunque hay corrupción que persigue intangibles como el poder y la influencia, beneficiar a amigos y parientes y más).
Asumo que al mencionar “enfermedad” y “terapia” habla en sentido figurado y no literal. Varios quienes hemos tocado el tema de la corrupción usamos expresiones como “cáncer social” que “se contagia” y que necesitamos “una cura”. Estoy de acuerdo en la metáfora, hace sentido en cómo crece y se propaga la corrupción, también en la forma de combatirla.
La corrupción es un sistema, una forma de ser, es parte de los hábitos con los que la gente resuelve su cotidianidad, es cultural, entendiendo por cultural no lo genético ni lo endémico, ni los valores del pueblo, en otras palabras, no está en lo mexicano sino en el modus operandi del individuo
(de cualquier nacionalidad que sea). Como todo hábito puede ser cambiado, la corrupción puede ser combatida a niveles que podrían hacer que usted pase a la historia. Convengamos que la corrupción no es sólo un ilícito entre funcionarios del gobierno y particulares, es también cualquier acto ciudadano que corrompe el orden legal, desde la casa, la oficina y la calle.
No necesita crear ninguna asociación, ya existen y están haciendo una gran labor contra la corrupción y la impunidad; haga alianzas con ellas, aunque sean de la sociedad civil, deles un voto de confianza. Le menciono algunas, todas apartidistas: “MéXXIco libre de Corrupción” (www.mexxi.co), que fomenta 3 ejes de combate: el compromiso de los líderes, un andamiaje institucional que identifique, persiga y castigue y una sociedad consciente y activa. “Mexicanos Unidos Contra la Corrupción y la Impunidad” (www.contralacorrupcion.mx), que ha expuesto casos notables. Y www.avanzasintranza.com, que capacita para generar en la sociedad civil un cambio a través de convicción, carácter y compromiso.
Propongo que los mexicanos nos unamos a su cruzada, por ello lo invito a leer el libro Las hazañas bribonas del doctor Guillermo Zúñiga, donde plantea un método para combatir la corrupción. El autor ha identificado 4 componentes de un acto tramposo (léase corrupto): la oportunidad, el sigilo, la oposición (sabe uno que es contra la ley) y la emoción, y considera fundamental que la persona sea consciente de ese patrón para recapacitar y decidir no ser tramposo (léase corrupto). Esta es la terapia a la que usted se refiere. Invite a su secretario de Educación para que incorpore esta teoría a los planes de estudio. Ahí está parte de la vacuna que el país requiere.
Sólo la voluntad personal de cada mexicano que decide hacer lo correcto en vez de lo ilegal, sumado a otro y a otros miles de mexicanos, podrá darle la vuelta a este azote. No es suficiente el deseo y el ejemplo presidencial, escuche a los que saben, déjese ayudar y no se olvide de la impunidad. Se lo comento con el único adjetivo que debería mediar en nuestro diálogo, ni chairo ni fifí, ni liberal ni conservador, sino un adjetivo que nos hermana y nos causa un orgullo compartido, tan grande como el país que amamos: mexicano. Así, de mexicano a mexicano le digo, Señor Presidente, no está sólo en esta lucha, a menos que usted lo quiera.