Malcolm Gladwell saltó a la fama con un provocador libro hace algunos años, The Tipping Point, cuya portada mostraba un cerillo y un subtítulo inquietante: “Cómo las pequeñas cosas pueden hacer una gran diferencia”. El texto pronto se volvió un clásico empresarial y un lugar de culto para los innovadores. Atinadamente Gladwell comparó los procesos de cambios sociales con la forma como se producen las epidemias. Esta analogía entre epidemias virales y epidemias sociales dio pistas para entender los cambios y sus componentes: el agente de contagio, su potencial propagación y el poder del contexto.
¿Cuál es el punto de inflexión que necesita México para cambiar? La respuesta depende obviamente de cuál sea el tema del que estemos hablando. Pongamos sobre la mesa uno relevante: cultura de legalidad, para mi juicio el territorio donde debe florecer el Estado de Derecho, la batalla contra la corrupción y la impunidad. Si pensamos en la teoría de Gladwell, necesitamos un cambio pequeño que produzca resultados sonoros, más allá de exhortaciones del tipo “sólo siéndoos buenos podemos ser felices” o “todos a portarnos bien”, como ha dicho recientemente el presidente de la República, llamados que me parecen, dicho con todo respeto, ingenuos, producto más del pensamiento mágico que de quien tiene una estrategia y rumbo.
Tengo una hipótesis que podrían implementar los gobiernos en sus diferentes niveles, también las escuelas, los centros comerciales y los condominios con zonas vehiculares. Se trata de instalar y respetar la más básica de las señales viales, el disco rojo de “Alto”, mandato que por ahora es más una sugerencia que un ordenamiento. Detrás de mi lógica existe la noción de que en México los límites son como el chicharrón en salsa verde, flexibles. Por eso “nos pasamos de la raya”, no sólo la vial. Esta falta de cumplimiento básico, esta incapacidad para detenernos donde dice “Alto” ha generado una epidemia de ilegalidad que necesita, literalmente, detenerse.
Necesitamos una señal social que no admita negociación, que se convierta en la base de un nuevo acuerdo nacional que tenga al respeto a la ley como eje central, complementado con materias de ética y civismo en las escuelas. Lo ideal sería implementarlo a nivel federal pero si no fuese así, los estados y los municipios bien podrían llevarlo a cabo. De hecho existen algunas ciudades del país donde hay mejor urbanidad vial que en otras, es el caso donde por tradición se practica el “uno y uno” en los cruces de calles que no tienen un semáforo pero sí un acuerdo.
Las escuelas deberían rescatar los operativos viales donde la participación de alumnos y padres de familia no es una dádiva a su comunidad sino una forma de ejercer la cultura de la legalidad. Recupero aquella escena de mi vida en California donde una pequeña niña de 8 años me marcó el alto afuera de una escuela primaria y cómo todo el movimiento de esa calle dependía de su disco de “Stop” exactamente del mismo tamaño y forma que las señales oficiales. Esa pequeñita tenía toda la investidura de la ley y el sistema la obedecía. Cuando osé mover mi auto unos centímetros, me señaló con el dedo mientras con un silbato me hacía sentir un transgresor de la peor calaña.
Si no podemos respetar la señal de alto, será menos probable que respetemos otros ordenamientos superiores y más complicados. Por el contrario, conseguir esta victoria no depende del tipo de cambio, del precio del petróleo, de quién ganó las elecciones, depende de que como sociedad decidamos demostrarnos que podemos cumplir algo básico y sencillo de entender. Logrando eso buscaríamos un siguiente paso en la larga carrera de modificar nuestro sistema social e instaurar una cultura de legalidad a partir de contagiar con el ejemplo.
Esta iniciativa debería acompañarse de una renovada policía vial (donde muchos de los ninis podrían hacer un gran servicio a la patria) en favor de fomentar una cultura del cumplimiento y de sembrar una cultura de consecuencias, de modo que si no obedeciste la señal de “Alto” tendrás que pagar una multa severa y tu compañía de seguros (que debe ser obligatorio para quien maneje) te va a subir la prima porque representas un riesgo mayor.
México puede cambiar. Nadie debería subestimar el poder de un cerillo.