Me he aproximado al pensamiento de un hombre fundamental, un opositor al utilitarismo que agobia nuestro tiempo: el profesor, escritor, filósofo italiano Nuccio Ordine, gracias a mi amiga la escritora Claudia Marcucetti, quien lo puso en mi radar, siempre hambriento de señales. El 4 de mayo del año 2023, en una solemne ceremonia desde Oviedo, se declaraba ganador del Premio Princesa de Asturias en Comunicación y Humanidades al autor del provocador ensayo: “La utilidad de lo inútil”. Días después, el laureado murió a causa de un derrame cerebral; ironía del destino para un hombre cuyo pensamiento ha desbordado lúcidos postulados.
Publicado en 2013, el ensayo, cuyo título se vale del sarcasmo, argumenta en contra de un mundo que valora las cosas en función de su rentabilidad económica, una tendencia contemporánea donde se busca más el tener que el ser. Para Ordine, lo que el mundo considera inútil (pues carece de utilidad monetaria o de su aplicación práctica) es la belleza, la filosofía, la literatura, la enseñanza, el aprendizaje, la poesía, las artes en general. Para el italiano, estas cuestiones “inútiles” son fundamentales para aspirar a una mejor sociedad.
Lapidario y agudo, Ordine nos habla de la “dictadura del beneficio” de la que somos víctimas, ya en la excesiva comercialización de artículos considerados de lujo, cuyos exorbitantes precios sólo se explican por una sociedad dispuesta a anclarse en símbolos que le ayuden a mostrar posesiones y no saberes, ya en la mercantilización del conocimiento, por las “universidades-empresa”, que ven “alumnos-clientes” y operan buscando utilidades, enfocando sus estrategias “a hacer lo imposible para producir nuevas hornadas de titulados”, bajo el señuelo de entrar en un mercado laboral bien pagado. En el mundo “inútil” de Ordine abundan los poetas, los humanistas, los seres humanos que no son definidos por el título de su profesión sino por su carácter y valores. Añado a aquellos amantes del dolce far niente, ese noble espacio de “hacer nada”.
Sin menoscabo de que el mundo requiere la parte utilitaria, interpreto que el filósofo italiano nos llama a equilibrar la tendencia donde “un martillo vale más que una sinfonía, un cuchillo más que una poesía, una llave inglesa más que un cuadro”, donde “no hay reunión política o cumbre de altas finanzas en la que la obsesión por los presupuestos no constituya el único punto del orden del día”.
De alguna forma vivimos “la barbarie de lo útil que ha llegado incluso a corromper nuestras relaciones sociales y nuestros afectos más íntimos”. Solo así se explica tanta maldad, tanta ausencia de empatía, tanta ambición torcida, tanta corrupción. Ordine acude al pensamiento de Tocqueville y otros pensadores para afirmar que “El impulso de lo útil y el envilecimiento de las actividades del espíritu podría tener como efecto que los hombres se deslicen hacia la barbarie”.
¿Acaso la violencia y la criminalidad desbordadas no tienen su raíz en esta búsqueda desenfrenada de beneficios materiales que, irónicamente, el “progreso” ha puesto enfrente como zanahoria envenenada? ¿Cómo explicarnos que hubo épocas, como el Renacimiento, donde florecieron artes y saberes inigualables? Aquí reside tal vez (algunos no estarán de acuerdo) el “aspiracionismo” que el presidente López Obrador (a mi juicio) no ha sabido -o no ha querido- explicar (aunque ciertamente le ha resultado políticamente rentable). Es válido aspirar a una mejor vida, mas no llegará cuando el afán de poseer sea desmedido y más grande que el afán de ser. Es el desequilibrio de valores, la falta de humanismo, lo que nos tiene sometidos.
Ordine fue un hombre renacentista, de pensamiento audaz, soñador desencajado de su tiempo, dirán algunos. Estos hombres no tendrán un lugar en el Consejo de Administración de un banco, su sitio es el de las rara avis que no buscan el dinero como un fin, el de los músicos que dejan estrofas para la posteridad, el de los escritores que siguen siendo pronunciados más allá de su muerte, el de aquellos que se resisten a dejar de creer en el ser humano.
Nunca hablé con Nuccio Ordine. Sé que estaría de acuerdo: en un país donde hay más aspirantes a sicarios que a poetas, no nos extrañe la ausencia de versos ni la abundancia de balas.