Loading...

La bicicleta chueca

El paso de nuevas generaciones es una estafeta con la que una sociedad perpetúa su cultura. Algunas conductas se replican, ciertas se olvidan, otras tantas se incorporan. Como individuos, la identidad a lo largo de nuestra vida es una sucesión de diversos nosotros; algo nos caracteriza y queda inmutable, otros rasgos se modifican. El tipo de sociedad (y de persona) que somos está ligado a un razonamiento simple: qué hemos aprendido y qué hemos desaprendido. Somos en esencia el efecto de este mecanismo que no es ni bueno ni malo, implica entender la naturaleza evolutiva de un grupo y aplica en tu familia, tu colonia, tu condominio, tu ciudad y tu país.

Decía Pavlov que si la conducta puede aprenderse, puede desaprenderse. Cabe preguntarnos, como sociedad, ¿qué hemos aprendido y qué hemos desaprendido? Seré simplista: hemos aprendido a usar el cinturón de seguridad, hemos aprendido a hacer apología del narcotráfico, hemos desaprendido a ceder el asiento a una dama o una persona mayor, hemos aprendido que al cine ya no hay que entrar en tropel para “ganar” un lugar, hemos desaprendido (los jóvenes) a moderar el lenguaje altisonante en público, hemos aprendido que la energía eléctrica se puede robar con un “diablito”, hemos aprendido que si robas o matas hay más probabilidad de que no te castiguen a que te castiguen, hemos aprendido que con dinero e influencias puedes arreglar tu situación jurídica, etcétera. Las conductas que aplaudimos o condenamos son producto del efecto aprender y desaprender.

Bajo esta lógica, mejorar una sociedad es hacer que aprenda y desaprenda algo. Y aunque la principal educación se da en casa, no es suficiente para contrarrestar la inercia de una sociedad dañada en su sistema de valores. ¿Cómo reprogramar a la sociedad mexicana? La respuesta excede mis capacidades, aunque me atrevo a dejar pistas con una historia: la bicicleta chueca. Luego de conocerla, coincidirán conmigo que no basta enseñar civismo, no basta difundir conocimiento e información de lo que debe hacerse y lo que está prohibido, necesitamos que la gente comprenda y sepa hacer aquello que como sociedad nos haría mejores.

Destin Sandlin retó la consigna “es fácil, es como andar en bicicleta”. Aunque dominaba los pedales desde niño, dejó de saber hacerlo. En un taller donde trabajaba, los herreros hicieron una broma a los ingenieros, modificaron una bicicleta para que, al girar el manubrio, la llanta se moviera en sentido inverso. Retaron a Destin para que usara esta bicicleta “especial”. No pudo andar ni un metro. El aprendizaje que tenía anclado en su cerebro hacía que su coordinación motriz entrara en crisis. Destin tenía el conocimiento de cómo andar en bicicleta, pero no la comprensión. Esta sutileza encierra la semilla de cambio social que podríamos generar. Destin estaba programado para operar la bicicleta bajo ciertos parámetros; esto equivale a una sociedad donde hay más personas que han decidido participar en actividades ilícitas. Destin necesitaba desaprender la forma tradicional de andar en bicicleta para aprender la nueva forma de operar la bicicleta inversa. La sociedad necesita desaprender la cultura de ilegalidad para aprender la cultura de legalidad.

Este mismo esquema es el que forja la cultura organizacional en determinada empresa. La conducta es aprendida y a través de un sistema de premios y consecuencias se consolida y multiplica. Más personas viendo cumplir generan la posibilidad de cumplimiento. Más personas viendo delinquir generan la posibilidad de delinquir. Destin tuvo que desaprender para aprender. Cuando quiso usar una bicicleta convencional, no pudo. Su cerebro se había reprogramado. Este proceso de desaprender-aprender es particularmente crítico durante la infancia, por la plasticidad neuronal de los niños.

Nuestros sesgos cognitivos nos programan para aprobar o rechazar personas, a botepronto. Por cierto, quisiera que mucha gente que hoy se indigna con el contenido de libros de texto que no han leído (yo tampoco, y ni los ataco ni defiendo), se indignara también con su propio comportamiento cada vez que transgrede el reglamento de tránsito en su ciudad o cuando no paga impuestos. Es en el hacer, mejor dicho, en el saber hacer, donde podemos cambiar este país.