Ante el panorama sombrío de violencia que se manifiesta en varias partes del mundo, como el conflicto en Ucrania y lo que sucede en el país (México), donde cada día se asesina a más personas, y a más periodistas, que en la recién desatada guerra, necesitamos inspiración para alimentar nuestro optimismo. Va un mosaico con fragmentos de aquí y de allá, para usarlos, si se quiere, a modo de coraza.
A mediados del año pasado la policía rusa allanó el domicilio de una simpatizante del opositor Alexei Navalny (sobreviviente de un intento de envenenamiento), la doctora Anastasia Vasilyeva, para arrestarla e interrogarla por sus acciones subversivas en contra del gobierno ruso. Ella tenía un montaje preparado, cuyas imágenes en video se propagaron masivamente por las redes sociales. En el momento en que la autoridad rusa entra con violencia a su casa, ella los espera en el piano mientras interpreta Para Elisa, de Beethoven. Una oficial se le aproxima leyendo en voz alta una orden de aprehensión o similar, mientras la pianista sigue tocando ante la sorpresa de los policías. Luego de unos acordes más, Vasilyeva interrumpe su ejecución con una nota final y encara a sus visitantes: “pueden aplaudir”.
No tengo el gusto de conocer a Nunzia Rojo de la Vega, mexicana, cuyo ejemplo trasciende la buena voluntad y el deseo de hacer algo por mejorar nuestro país. En sus historias públicas documentó el encuentro con Víctor, señor de edad madura, quien vive en condiciones de miseria, fue atropellado y anda en muletas por una severa fractura de cadera. Necesitaba una prótesis y una operación. Nunzia se convirtió en un ángel protector para Víctor. Lo llevó al médico y recaudó fondos a través de la plataforma moneypool.mx, consiguió también a un equipo médico y la donación de la prótesis. La voluntad de Nunzia y el apoyo de la gente que se sumó hicieron posible que Víctor fuera operado con éxito; se recupera satisfactoriamente. El país necesita más corazones como el de Nunzia y quienes apoyaron. La verdadera transformación está en la compasión y en la acción por el prójimo.
En estos días circulan videos de la zona del conflicto armado en Ucrania que erizan la piel. En uno de ellos, un automóvil en movimiento es embestido por un tanque que literalmente lo aplasta como insecto, las exclamaciones que se escuchan de personas que atestiguaron la atrocidad son conmovedoras, dramáticas. Increíblemente, el conductor sobrevivió. En otro video, una columna de tanques rusos avanza mientras un hombre se trepa a uno de los acorazados y luego se arrodilla frente a él, a semejanza del histórico gesto en Tiananmen, sin duda un acto valiente, temerario e inspirador para la resistencia pacífica.
Historias que si bien nos hablan de autoritarismo, violencia, injusticia social, egoísmo, destrucción, miseria y más, también son una prueba de la resiliencia humana, de ese otro lado de la conciencia que es capaz de hablar con la belleza creativa del arte, ese impulso por construir a pesar de las posibilidades, esa capacidad humana de tener empatía por el dolor ajeno y tomar acción para cambiar el destino aunque sea de una persona, ese valor que se requiere para actuar y oponerse a la degradación que la violencia impone.
¿Qué significa que nos sorprendan estas historias y sus imágenes? En Ante el dolor de los demás, Susan Sontag escribió: “Alguien que está permanentemente sorprendido de que exista la depravación, que continúa sintiéndose desilusionado (incluso incrédulo) cuando se enfrenta a la evidencia de lo que los humanos son capaces de infligir en forma de crueldades espantosas y prácticas sobre otros humanos, no ha alcanzado la edad adulta moral o psicológica”. “La compasión (…) necesita ser traducida en acción, o se marchita”. La obra de esta filósofa es imprescindible para reflexionar lo que vivimos; con qué vigencia se leen sus sentencias: “Las narraciones pueden hacernos entender. Las fotografías hacen otra cosa: nos persiguen”. Y yo añadiría, (estas imágenes) nos hablan, en su lado luminoso, de las posibilidades de sobrevivir al principio del derrumbe: la indolencia.
Que aun en tiempos de sombras nos ilumine la voz de los poetas, mejor aún, que seamos la poesía que escuchan los demás.