¿Regresarías una cartera ajena? Se hizo un estudio en 40 países para explorar la honestidad cívica a partir de cuántas personas regresaban una cartera, supuestamente encontrada en las inmediaciones de un edificio o institución (como un banco) con acceso al público, entregada a un dependiente detrás de un mostrador. La cartera traía varias tarjetas de presentación de un posible dueño, algunas carteras traían dinero (equivalente a 14 dólares) y otras no. Dinamarca y Suecia encabezan la lista de países donde los ciudadanos regresaron arriba del 80% las carteras con dinero, México aparece al fondo de la tabla, lugar 39, regresando un 18% de las carteras con dinero. Aunque el estudio no es conclusivo para determinar la honestidad ciudadana, pues carece de validez estadística, da para reflexionar.
En 38 países las carteras con dinero se regresaron más que las que estaban sin billetes, México y Perú lo hicieron al revés: si había dinero de por medio, no habría cartera devuelta. Reflexionando con mi colega David Rettig, nos preguntamos por qué hay casos de choferes de Uber en México que han regresado pertenencias olvidadas, característica no tan común entre taxistas de la misma nacionalidad. Es el sistema lo que norma la conducta, un sistema apalancado por la tecnología que, entre otras cosas, erradica el anonimato. Aparentemente, a mayor anonimato, mayor impunidad. Si la gente supiera que las carteras tienen un geolocalizador o una cámara que identifica a la persona que la abre, habría más carteras devueltas; la tecnología eliminaría el anonimato. Necesitamos invertir en tecnología que nos ayude, nos obligue, a evolucionar nuestra conducta.
Vivimos rodeados de sistemas (y sus respectivas conductas). Hablamos de “cultura organizacional” para referirnos al comportamiento de los colaboradores de cierta empresa que parecen influenciados por algo en común (sistemas donde hay consecuencias por hacer o dejar de hacer). Lo mismo sucede en una colonia, entre ciudades o países o entre familias. Mi hermano, Fernando, sin mediar tecnología, nada más valores, regresó una cartera con 800 dólares luego de una labor de detective hasta que encontró al dueño y a costa de casi perder un día de vacaciones. Tristemente, otros necesitan la motivación de librarse de la consecuencia negativa por no hacer lo correcto.
Escuché al presidente López Obrador decir, sobre el modelo económico que tanto denuesta, que en México “se afectaron valores morales, espirituales, culturales…”. Si un valor es lo que la gente valora y los hay culturales, y se afectan, luego entonces estos no son inmutables sino que responden a estímulos: en México la corrupción es cultural (no se entienda “es mexicana”), es parte del sistema social y tiene como gran alimentador a la impunidad. Necesitamos cambiar el sistema a través de tecnología para que cambie la conducta.
Ir al cine en los años setenta y ochenta era una aventura. Había que hacer una larga fila para entrar y luego correr, literalmente, a apartar los mejores lugares aventando un suéter, una bolsa, estirando los brazos, en medio de tensiones y reclamos. Hoy nada de eso sucede, la tecnología cambió el sistema que cambió la cultura que cambió el comportamiento. Reducir los niveles de corrupción e impunidad en México pasa entonces por este postulado: ¿Qué tipo de tecnología podría fortalecer un sistema que influya positivamente en el comportamiento de la gente?
Cada vez hay menos impunidad alrededor de infracciones viales gracias a la tecnología. Las aplicaciones que permiten el pago de tiempo de estacionamiento en la vía pública han eliminado a los llamados franeleros que esquilmaban apartando abusiva e ilegalmente lugares. Otro ejemplo de cómo la tecnología cambia el sistema y éste cambia la conducta. Combinada con una educación donde se acentúe el civismo y la ética, la tecnología nos sirve para fijar, y sobre todo ejercer, límites y consecuencias. Mientras en México exista la escandalosa impunidad que sufrimos, no habrá ninguna transformación.
Jacob Bronowski escribió en El ascenso del hombre: “El verdadero contenido de la evolución (tanto biológica como cultural) es la elaboración de nuevas conductas”. Los sistemas contagian conductas. Hacia allá debe apuntar una verdadera estrategia para transformar a México.