Los mitos son un catalizador de la conducta social, han servido para regular civilizaciones, explicar lo desconocido y controlar las acciones humanas. Algunos incluso son precursores de descubrimientos en las ciencias cognitivas, como la psicología. Un antiguo relato griego nos habla de Pigmalión, rey de Chipre, que se enamora de una estatua femenina de su autoría, a tal grado que en su enajenación mental, aquella pieza de marfil es humanizada por obra divina para encarnar a Galatea. Antes de esa transformación, fue el artista quien la imaginó de carne y hueso; su proyección mental ha sido tan aguda que finalmente se convirtió en realidad. Hoy la psicología llama efecto Pigmalión a la influencia que una persona tiene sobre otra para (al proyectarle ciertas capacidades) lograr que la segunda las adquiera.
El efecto Pigmalión sigue teniendo una poderosa influencia en diversos ámbitos. En el proceso de creación de marcas se dice “trata a tu marca no como lo que es sino como lo que quieres que llegue a ser”. Sustitúyase ahora la palabra “marca” por la palabra “hijo”. Estamos ante una programación mental que encauza la conducta, es también uno de los principios de la psicología para entender mejor el comportamiento humano. Usualmente a grandes expectativas, mejor desempeño. Mucho de la complejidad en la forma en que tomamos decisiones tiene que ver con este y otros principios.
¿Alguna vez le has aplaudido a alguien que se equivocó en el escenario? Es muy probable que sí, y que el aplauso haya sido colectivo. ¿Qué misteriosa instrucción grupal existe detrás de esa empatía? Se llama efecto Pratfall y básicamente consiste en que tu aceptación social se incrementa cuando demuestras y aceptas que eres falible. Por alguna razón, quienes son percibidos como personas que nunca cometen errores, que son perfectas o invencibles, tienden a generar distancia afectiva entre los demás. Fallar es humano. Por supuesto, hay de pifias a pifias, me refiero a las que no tienen realmente una consecuencia crítica en el devenir de los acontecimientos, un tropezón, un repentino olvido, algún dislate fonético.
¿Te has arrepentido de haber comprado cierto modelo o versión de un producto en vez de otro? Seguramente no fue algo que experimentaron tus abuelos, ellos tenían menos opciones para decidir. La llamada “Paradoja de la elección” es un fenómeno que explica por qué tomar una decisión se vuelve más difícil cuantas más alternativas hay para decidir. Explica también por qué tendemos a ser menos felices con nuestra decisión, aunque haya sido correcta.
De otro de los fenómenos que regulan nuestra conducta me ocupé en forma más amplia en un artículo anterior, “¿Le has visto?”, donde expongo el llamado “Efecto del espectador”: mientras más personas haya alrededor de un accidente, será menos probable que tú ayudes, pues creerás que alguien más lo hará. O qué me dicen de cuando se equivocaron en algo, cuando hay público a su alrededor, pero resulta que el error no fue tan evidente como ustedes pensaron. Esta tendencia a sobrevalorar las equivocaciones propias se conoce como “Efecto del reflector”. En realidad no todos nos están viendo como creemos que lo hacen.
¿Por qué los magos son buenos para hacer trucos? En esencia porque nuestra mente coopera. La magia es un territorio genial para tratar de entender la forma en como percibimos la realidad. La suerte llamada “caída francesa” es un truco que le aprendí a mi papá. Consiste en “pasar” una moneda de una mano a otra frente a los ojos del espectador. Tiempo después conocí su nombre y otros elementos de apoyo para hacerlo mejor. Aquí intervienen varios factores, uno es el “Efecto del enfoque”, al concentrarnos tanto en cierto punto, dejamos de ver otros, básicamente una distracción programada. Por otro lado, el “Efecto de edición”: nuestra mente ve lo que quiere ver, es la gran editora de la realidad, como en el caso del sable que aparentemente atraviesa a la bella chica que está dentro de una caja.
Estos principios funcionan, para bien o para mal, desde territorios como la mercadotecnia, la política (¡las elecciones!) y la vida personal. Conocerlos, explorarlos, sentirnos parte de ellos es una forma de comprender nuestra naturaleza, compleja, falible, fascinante.