En mi camino a Washington tuve una lección sobre corrupción e impunidad. Durante el trayecto del aeropuerto de Dulles a “DC”, el chofer del Uber, individuo de Azerbaiyán, decidió rebasar la semiparalizada fila de vehículos por el acotamiento del freeway. En muchos lugares de México, como el Periférico de Guadalajara, la escena no sería extraordinaria, decenas de automóviles (en complicidad con las autoridades) harían lo mismo, muestra de que cometer una infracción tiene ventajas sin consecuencias. Éramos el único vehículo transitando ilegalmente y muy pronto fuimos detenidos por la policía. El conductor recibió una orden de presentación ante La Corte.
Cientos de ciudadanos que vieron la transgresión observaron la consecuencia: la haces, la pagas, así de simple funciona cuando existe un Estado de Derecho. El sistema legal norteamericano tiene señales de autoridad y legalidad. El día que el chofer asista a La Corte, varios conductores infraccionados atestiguarán su reprimenda y él la de aquellos. El hecho de asistir a La Corte por una “simple” infracción vial añade una aura de gravedad, formalidad y respeto. El juez viste con una toga negra (significado: no es cualquier mortal). Su asiento está por arriba del nivel del piso (significado: la ley está por arriba del ciudadano), lo mismo sucede con los edificios que albergan las cortes, en la mayoría hay que subir escalones para entrar.
Mientras multaban al chofer me enteraba que en México el virtual Presidente electo piensa condonar deudas con la CFE a ciertos ciudadanos de Tabasco (esa dependencia será encabezada por un político emblemático en las elecciones donde Carlos Salinas, némesis de AMLO, resultó ganador). Las señales no pueden ser más priistas, no apuntan a una transformación positiva de la República sino a fortalecer y premiar conductas adversas al interés nacional.
El pasado viernes Mural cabeceó su primera página: “Alteran placas para burlar ley” y expuso las formas que tienen algunos ciudadanos para evitar las fotomultas. La declaración de un conductor que usa micas para que su placa no sea legible en la foto no tiene desperdicio: “No soy el único ni el primero o el último que lo haga, ya una vez me cacharon la mica y me multaron, pero hasta me resulta más barato que una fotoinfracción”. Este conductor, identificado como Pedro, está iter criminis (camino del delito), bien podrá convertirse en estafador, secuestrador, sicario, narcotraficante, político corrupto. Pedro ha aprendido a ser corrupto y que “el que no es transa, no avanza”, sentencia popular que forja conductas. La corrupción no está en lo nacional ni en la idiosincrasia (para que no se ofenda AMLO), sino en el comportamiento de aquellos que la usan como una forma de solventar asuntos.
¿Crees que en México los buenos son más que los malos? Seguramente dirás que sí. ¿Crees que en México los no-corruptos son más que los corruptos? Es muy probable que digas que sí. Estaré de acuerdo con la primera respuesta pero no con la segunda. Considero que la sociedad mexicana está mayoritariamente enferma de corrupción, pequeñas transgresiones personales con las que nos brincamos las leyes. Las más evidentes son las de vialidad, de ahí mi insistencia ad nauseam de que es en este territorio donde podríamos empezar a revertir la corrupción e impunidad, educando a nuevas generaciones con fuerte enfoque a la ética y el civismo.
Celebro iniciativas como la que acabo de conocer, “Avanza sin tranza”, creada por Daniel Valles en Ciudad Juárez, un movimiento ciudadano que busca un cambio contracultural (“contra la cultura” de corrupción), crear conciencia, generar compromiso y acciones en favor de una cultura de legalidad. Celebro también que sus postulados coinciden con mi diagnóstico: no habrá ley que detenga la corrupción si no se ataca de forma sistémica (ya no hablemos del ingenuo planteamiento de que nuestro futuro Presidente con su solo ejemplo terminará con el problema).
Daniel Valles ha dicho que su movimiento es ir a contracorriente. Tiene razón. Mientras no aceptemos que todos somos parte de la corrupción y todos en nuestro ámbito personal podríamos detenerla, la corrupción ahí estará, porque nuestra cultura está infectada de ella y “porque todos lo hacen”, ¿verdad, Pedro?