En medio de la quietud de una sala de conciertos, la nota final de la “Música fúnebre masónica” de Mozart flotaba en el aire cuando, súbitamente, el solemne silencio fue roto por un insólito “¡Guau!”. No provenía de los labios de un crítico ni de un apasionado melómano, sino de Ronan Mattin, un niño de […]