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Historias por contar

A sus 36 años, Eduardo Cruz (no confundir con mi amigo citado antes en este espacio) se considera una sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial. A los 8 años descubrió su talento para el tenis y al poco tiempo fue campeón nacional; apuntaba muy alto, tanto que emigró a Estados Unidos a la afamada academia Bollettieri al lado de figuras como Mónica Seles y André Agassi. Siendo niño se fue a vivir a Alemania donde, por esas vueltas de esquina que tiene la vida, acabaría su incipiente carrera. Se hospedó en casa de un pederasta.

Cuando regresó a México, no volvió a jugar tenis, cambió de escuela, de amigos, se llenó de odio, un rencor guardado, silencio ardiente que pudo apagar hasta los 30 años que habló de su traumática experiencia, víctima de una víctima de la violencia de una guerra sucedida hace décadas.

La estadística es demoledora: el abuso sexual infantil (considerado entre las 5 experiencias más traumáticas de la vida) se da en todos los niveles sociales, el 75% vienen de personas que los niños conocen y en quienes sus padres confían, 95% de estos por parte de un familiar; se estima que 22 millones de mexicanos viven las consecuencias, solamente 1 de cada 10 lo contará.

Nos ha escandalizado el tema Sirio con los ataques de armas químicas que han afectado o asesinado a cientos de niños. No ver los millones afectados en México por causa de abuso sexual nos hace ciegos, cómplices de un silencio que se alimenta de la falta de información, supervisión, y un deficiente manejo de las autoridades que provoca niños y sociedad más vulnerable.

Aunque hace unos años existe una legislación en la materia, Eduardo comenta que esto no sirve para eliminar el problema, las leyes solas no ayudan. Como parte de su proceso curativo decidió formar una fundación que ayudara a las víctimas de abuso. Su búsqueda lo llevó a varios países, donde no encontró un modelo replicable. En EEUU, aceptan que ni sus leyes ni sus penas ni su persecución a pederastas ha podido bajar el delito (el 90% son historias no contadas). Eduardo decidió enfocarse a la prevención del delito, actuar no sólo con las posibles víctimas sino con los agresores en potencia, y con las autoridades.

En México, las víctimas son sometidas a exámenes físicos que pueden representar una continuación del abuso, en EEUU usan marionetas para que los niños cuenten su historia, testimonio válido ante la corte.

Esta semana abrió puertas en Zapopan, Jalisco, la Casa PAS (Prevención del abuso sexual infantil www.fundacionpas.org) donde un grupo de empresarios comprometidos con la causa, apoyados por especialistas, aspiran lograr una transformación social a través de la educación, un blindaje de la persona, la familia, la sociedad y hasta las instituciones, usando modelos de prevención, campañas de sensibilización y atención a sobrevivientes.

Una vez que Eduardo, Presidente de PAS, contó su historia, se encontró con que 20% de sus amigos contaron la suya. Él ha visto que hay padres de familia que prefieren callar “para no perjudicar al niño y la familia ante la sociedad” sin saber que ese silencio cancela la cura del abuso y potencialmente podría generar otro agresor. Hoy en día, Fundación PAS trabaja con una orden religiosa para convertirla en la primera orden blindada. Me cuenta Eduardo que al principio los sacerdotes se sintieron atacados. 
Cuando se les explicó el “Programa Llama” (el de los niños se llama “Lobo”, el de los padres “Escáner”, el de maestros “Faro”) pasaron a un nivel receptivo, hoy en día se les está dando un diplomado dentro del teologado. En el mismo sentido están los Scouts, esperan ser los de Jalisco el primer grupo blindado. Potencialmente serán escuelas, hospitales, empresas.

En las paredes de Casa PAS se escucharán historias conmovedoras que sin duda provocarán rabia e indignación, también esperanza y salida. En una de esas paredes cuelga una secuencia gráfica del artista tapatío Mauricio Toussaint, donde un niño evoluciona por diversas etapas. Al pie de la obra dice “Paso de la pérdida de la inocencia al descubrimiento del espíritu”. Un hombre descubrió el suyo, encontró su llamado en la vida y lo convirtió en una causa. Para mí vale más que un Grand Slam.

Hoy sabemos que hay muchas historias por contar.