En un medio donde los políticos son tibios a la hora de defender el interés de los ciudadanos y hacer cumplir el Estado de derecho, destaca el carácter de Xóchitl Gálvez, con quien me une el deseo de poner orden y una terca afición azul, tanto que he llegado a pensar que si la jefa delegacional de Miguel Hidalgo fuera futbolista, sería una mezcla entre Alberto Quintano, Kalimán Guzmán y El Confesor Cornero, todos de firmeza cementera, cualidad con la que la funcionaria y su equipo se plantan frente a la ciudadanía a través de Periscope.
Arne aus den Ruthen, city manager de esa delegación, exhibió por Periscope transgresiones a la ley por parte de escoltas, los de la familia Libién y los del jefe de la Oficina de la Presidencia, Francisco Guzmán. En el primer caso le propinaron una golpiza y le robaron el celular y ya hay un consignado; en el segundo ya hubo una disculpa pública vía Twitter. Hasta aquí nada nuevo bajo el sol, la prepotencia de los poderosos siendo mode- los negativos y contribuyendo a la impunidad.
Al considerar que no están claros los límites de la autoridad, la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal ha intervenido y su accionar se ha interpretado como una defensa de los prepotentes. Una de las mentes preclaras en esta polémica es la del doctor Macedonio Tamez, diputado federal por Movimiento Ciudadano, quien afirma que si el Estado hiciera bien su labor como primer defensor de los derechos humanos, las comisiones al respecto no deberían existir, pues además ahora se creen dueñas del monopolio de la defensa de esos derechos, sin considerar que éstos no son absolutos pues los derechos de unos terminan donde empiezan los derechos de otros.
¿Conviene a la sociedad exhibir a los infractores? Mi respuesta es un contundente ¡sí! He sostenido desde hace tiempo que son las pequeñas y en apariencia banales transgresiones cotidianas las que provocan conductas delictivas mayores y un clima creciente de ilegalidad e impunidad. A raíz de esto conocí de los trabajos científicos del doctor José Guillermo Zúñiga quien amablemente me buscó para exponerme lo que él llama “hazañas bribonas” y que empata con mi teoría. Aunque el doctor Zúñiga hace una disertación semántica para llamarle “bribón” al transgresor, yo prefiero una etiqueta más fuerte: transa, infractor, gandalla.
El doctor Zúñiga identifica 4 componentes de la formación bribona (que por cierto, comienza a edad temprana): la oportunidad, el sigilo, la oposición y la emoción. En otras palabras, “soy escolta, tengo la oportunidad de estacionarme donde quiera, nadie sabe quién soy, sé que está contra la ley, pero con mi patrón no se meten, así que se chingan”. Ahí están los 4 ingredientes. El que la autoridad puede interferir directamente es el sigilo, de ahí que exhibir al infractor es efectivo para combatir y prevenir conductas delictivas.
Aunque esta visión orwelliana de la vida no es la ideal, representa un camino para revertir el grave clima de ilegalidad e impunidad. Francisco Guzmán es ejemplo de lo que no se debe hacer y de lo que sí se debe hacer en México. El jefe de la Oficina de la Presidencia no se hubiera disculpado públicamente con los vecinos ni hubiera solicitado las multas para pagarlas, si no hubiera sido exhibido. De hecho, su primera reacción fue típicamente bribona: negar que los escoltas eran de él. La exhibición de conductas transgresoras no debería limitarse a la autoridad, cada ciudadano es en potencia un reportero (y un bribón). Que se preocupen o tengan miedo quienes obtienen beneficios en contra de la ley.
La exhibición per se no es suficiente para revertir el desprecio generalizado por la ley. Como dice el doctor Zúñiga, hacer consciente a la sociedad de los 4 componentes de la hazaña bribona es clave para disminuir y eliminar este comportamiento que no respeta edad ni condición socioeconómica. La SEP debería incluir esto en sus libros.
Periscope y la voluntad política pueden cambiar uno de los mantras mexicanos. Algún día diremos “el que es transa no avanza”.