Los magos y los ilusionistas son maestros en manipular la percepción, aprovechan ciertas condiciones en la naturaleza de tu cerebro para producir un truco que merecerá tu aplauso y, en muchos casos, tu asombro al ver la moneda “desaparecer” de la mano en la que “estaba”, o dejarte perplejo ante la modelo que al “pase mágico” del nigromante “cambia” en un instante el color de su vestido, y todo frente a tus ojos, esas maravillosas cámaras que son víctimas de ilusiones, que creen ver y forman, junto a complejas conexiones neuronales, una aparente realidad donde se consuma la suerte mientras de tu boca sale la incredulidad: ¿cómo le hizo?
En Los engaños de la mente: cómo los trucos de magia desvelan el funcionamiento del cerebro, dos neurocientíficos del Instituto Neurológico Barrow explican que el engaño es inherente al ser humano y ha formado, desde que el hombre habita la tierra, un sistema de sobrevivencia. Cuando hablamos de revelar trucos de magia hay cierto morbo y gozo en conocer cómo somos engañados, pero imagínate que hubiera alguien que se dedicara a prevenirte de los timos, de las estafas y los robos, esa persona tendría un valor para ti ¿o no acaso reenvías esos correos donde alguien ventila una nueva forma en que los criminales operan?
Sacar a la luz la verdad y las transas afecta a unos pocos y beneficia a muchos. En la serie Turistas en la mira, un investigador desenmascara los embustes a viajeros en varias ciudades del mundo. Mientras te aproximas al Vaticano, una red de supuestos guías tratan de venderte boletos para que no hagas largas filas para entrar, ¡aglomeraciones que no ves, pero tu cerebro las cree! Cientos de turistas son timados ahí y en las inmediaciones del Coliseo Romano por “gladiadores” que cobran por dejarse tomar una foto. Detrás de todos ellos hay organizaciones que operan en lo oscurito y que pelean territorialmente por los espacios privilegiados en Roma, un mercado multimillonario.
La película Spotlight (En primera plana) cuenta una historia verídica que mereció el premio Pulitzer. Trata de la gran labor de investigación de un grupo de reporteros del periódico Boston Globe para dar a conocer la enorme cantidad de casos de abuso sexual infantil por parte de sacerdotes católicos. La noticia cimbró a la ciudad de Boston y a varias instituciones, como el sistema de justicia, otros periódicos y medios que prefirieron no saber, y por supuesto a la Iglesia Católica (que a pesar de saber, prefirió no hacer prácticamente nada). ¿Cuántos niños se salvaron por esta valiente develación?
Hacer visible lo invisible está en el centro del periodismo de investigación, es una de las razones de existir de un periódico, un compromiso social. Desde los puestos callejeros que venden inofensivas bolsas de papel de estraza que aparentan estar rebosadas de cacahuates (cuando en realidad están huecas y no hay más producto debajo del que ven tus ojos) porque tu cerebro “ve”, como en un truco de magia, una bolsa “llena”, hasta las multimillonarias transas y desvíos que a manos de políticos deshonestos sufre el erario, el periodismo está llamado a exhibir, para bien de la sociedad, el daño que se está cometiendo.
Cuando Pemex, patrimonio de todos nosotros, hace, a decir de expertos, cuestionables compras millonarias de empresas productoras de fertilizantes, el periodismo de investigación debe llegar al fondo y exponer lo que hay detrás. Las primeras planas del periódico son nuestros ojos; aunque no nos gusten “las malas noticias” o el “amarillismo”, es necesario un contrapeso libre, independiente, que permita hurgar donde muchos prefieren no meterse o los han comprado para no hacerlo. Las actuales redes de comunicación posibilitan un nuevo músculo social, un renovado poder ciudadano para destapar información oculta, exponer casos de corrupción y el modo de operar de ese lado lúgubre de la condición humana.
El mago estira la mano y tu cerebro capta la atención; es un señuelo. La magia es explicable, el enriquecimiento también.