Voy a decir algo que no es común escuchar en México: admiro a un político. Se dice que en el enamoramiento debe haber una buena dosis de admiración por la pareja, lo mismo debería suceder entre un pueblo y sus gobernantes. Suena utópico, lo sé. El reconocimiento a las capacidades del otro es el sustento del aprecio. Escuché a Sofía Niño de Rivera narrar su encuentro con el presidente Peña (un video que raya en los límites de una posible estrategia premeditada y muy inteligente para subir los bonos presidenciales), en el que la comediante termina diciendo que no le dio orgullo conocer al Presidente, que le dio pena, y remata: “yo no quiero vivir en un país donde no quiero ir a conocer a mi Presidente”.
A mí me da orgullo decir que conozco y soy amigo de Macedonio Tamez. Asistí recientemente a una de las presentaciones que está haciendo para dar a conocer su libro Política y corrupción, la crisis de inseguridad en México, donde narra sus pasos por el intrincado mundo de la política mexicana, un viaje a través de “sus cloacas y chiqueros”, un retrato que confirma el estado de putrefacción que invade a la clase política, la gran y verdadera delincuencia organizada que azota a México. Quienes hablaron durante el acto se debatieron entre posiciones antagónicas, de la misma forma que el autor confiesa: “Sostengo una lucha interna todos los días entre la esperanza y la desesperanza”. Y es que por un lado es devastador saber el grado de corrupción y cinismo de quienes dicen trabajar por la patria cuando en realidad son pillos de la peor calaña orquestando negocios ilícitos, quebrantando ley tras ley, y por otro lado es reconfortante saber que hay políticos cultos, congruentes y con la estatura moral de Macedonio Tamez.
A estos políticos, que por desgracia no son muchos, hay que admirarlos (independientemente de su partido o de si tienen partido). El sistema no los deja crecer, trunca sus carreras, tal cual le sucedió a Macedonio que luego de 40 años de militancia, renunció al PAN. En aquel entonces no me sorprendió que se alejara de Acción Nacional en Jalisco, una selección de lo peor que ha dado ese partido a México, lo que me sorprendió fue que la dirigencia nacional no hiciera nada por impedir la fuga de un perfil como el del actual diputado federal por Movimiento Ciudadano. Me quedó claro que los partidos políticos no ponen a los mejores hombres y mujeres, apoyan a quienes suman a sus propios intereses.
Particularmente es interesante analizar el paso de Macedonio por las áreas de seguridad, ahí hay mucho de dónde aprender si es que queremos mejorar las deplorables condiciones actuales. Él considera fortuito su andar por esos lares, yo creo que es consecuencia de su formación como médico ginecólogo y licenciado en derecho. Su paso por el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses, la presidencia municipal de Zapopan, la Policía de Guadalajara y el Cisen, confirma su tesis: la delincuencia y la violencia se combaten con inteligencia (sí, Felipe Calderón, te equivocaste) y con la debida formación de policías y mandos.
Da mucho coraje enterarse de que los primeros en quebrantar el Estado de Derecho son quienes deberían salvaguardarlo. Causa indignación saber los favores que muchos políticos le pedían a Macedonio para que liberara a delincuentes por ser amigos del amigo. Saber de procuradores de Justicia incompetentes, jueces y ministerios públicos corruptos, bueno, hasta un cardenal hablador. Todo esto es México; quien quiera entender mejor la realidad y lo que tenemos que cambiar para acabar con la impunidad, lea Política y corrupción.
Alguien le dijo al doctor Tamez que el título de su libro era un pleonasmo. Yo digo que no. Cuando conozco casos (rarísimos, lo sé) de políticos que verdaderamente ven por el interés de la nación, enciendo mi vela de esperanza para que este país mejore. En México hay mucho talento, ciudadanos brillantes a quienes tenemos que empujar y apoyar para que hagan el cambio, para que fracturen al sistema político actual y abran espacio a candidatos inteligentes y éticos.
Política y corrupción documenta mi pesimismo, su autor, rara avis, mi optimismo y mi utopía, esa trinchera de esperanza desde donde hay que dar la batalla.