¿Podría un candidato independiente romper el paradigma y terminar con la hegemonía de los partidos políticos? Lo preguntaré de otra forma: ¿pueden los lobos cambiar la trayectoria de un río?
Luego de décadas de extinción, en 1995 un grupo de lobos fue reintroducido en el Parque Nacional Yellowstone y provocó una sorprendente reacción en cadena. Los venados y los alces ya no pudieron salir a comer como de costumbre, emigraron a zonas más remotas para evitar a los lobos, esto permitió que los pastos se regeneraran y surgieran árboles donde había zonas erosionadas. Los álamos atrajeron a las aves y castores, éstos, ingenieros del ecosistema, crearon nichos para otras especies, patos, peces, reptiles y anfibios. Los lobos también corrieron a los coyotes, lo que provocó un crecimiento en la población de conejos y ratones, que como consecuencia atrajo a los halcones, zorros, tejones y águilas. Florecieron las zarzamoras y otras frutas, su pulpa carnosa sedujo a los osos. Pero uno de los más espectaculares cambios se dio con el cauce de los ríos. Al haber menos erosión, se formaron pozas, aumentaron los rápidos y las cascadas, los ríos ganaron cauce y nuevas trayectorias. La manada obró el milagro.
En Global Mind Change, Willis Harman dice: “A través de la historia, los cambios fundamentales en las sociedades han venido no de los dictados de gobierno o como resultado de luchas, sino de un número de personas que cambian su forma de pensar, a veces sólo un poquito”.
Futurismo: hartos del abuso del poder por la partidocracia, convertida en patrón de la polis, cuando debería ser al revés, ciudadanos independientes y capaces, comprometidos con el bien común, se reintrodujeron en la política y ganaron elecciones. La llegada de los ciudadanos sin partido ahuyentó a los parásitos, muchos de los cuales nunca habían trabajado. El espacio dejado por estos depredadores sociales provocó que se fueran también los compadres, los cómplices y los amigos favorecidos con contratos y posiciones de alta responsabilidad. Entonces se acercaron los jóvenes preparados, para cubrir puestos operativos en función de sus méritos, lo que a su vez trajo una baja drástica en la población de inspectores y sanguijuelas gremiales. Claro, el ambulantaje quedó sin protección y las banquetas limpias. En este clima de regeneración, una nueva política fiscal hizo más atractivo pagar impuestos que evadirlos, el IVA generalizado trajo protestas, sí, pero estas fueron terminando cuando los empresarios, otrora especie amenazada y esquilmada, tuvieron grandes incentivos para florecer. Pronto vinieron los resultados en materia de creación de nuevos empleos y aumento de exportaciones, el gobierno captó más impuestos y los ingresos sirvieron para crear infraestructura y fortalecer el desarrollo social, no con subsidios y dádivas electoreras, sino en función de una verdadera generación de riqueza. Las instituciones cobraron un alto valor, dirigidas, al fin, por una meritocracia, líderes capaces que como consecuencia atrajeron confianza y aplausos. La corrupción cultural, de ser regla, empezó a ser excepción (porque cambió la cultura). El mundo constató el milagro mexicano.
Así como el contexto influye en la conducta social e individual, el tipo de gobierno moldea la conducta ciudadana. Es poco probable que las reformas cambien al país si no hay un cambio en el sistema político que detone un cambio cultural. Muchos sociólogos atribuyen condiciones cíclicas al cambio, oscilación pendular que requiere tocar un extremo para volver.
El filósofo e historiador inglés Arnold Toynbee apuntó: “Las instituciones sociales dominantes se resistirán a las nuevas fuerzas culturales, pero inevitablemente declinarán y se desintegrarán, y las minorías creativas podrán transformar algunos de los viejos elementos. El proceso de evolución cultural continuará entonces, pero bajo nuevas circunstancias y con nuevos protagonistas”.
Los lobos cambian a los ríos y los hombres rompen paradigmas. La historia siempre aguarda un muro por caer.