¿Cuál es la diferencia entre huevos a la mexicana y huevos rancheros? La pregunta, que entre mexicanos sería ociosa, sonó natural en la mesa, después de todo la hizo mi interlocutor con la libertad que da ser un argentino desayunando en México. Luego de escuchar una breve explicación optó por los rancheros y su cara reflejó esa emoción de quien va al encuentro de un sabor inesperado, pero bañado en salsa roja. A sus casi noventa años, el célebre arquitecto César Pelli me daba una lección sin anunciarla, de la vida siempre hay que saber más.
Empezar la charla con un hombre que ha dejado huella en el mundo, que ha ganado múltiples reconocimientos, requiere de olfato para romper el hielo. Decidí iniciar la partida imaginaria con una apertura poco convencional: César, le dije (tuteándolo con la seguridad de estar ante un hombre que trasciende formalidades y protocolos), debes saber que los huevos rancheros son siempre un capítulo inédito, aunque sepas cómo son, nunca puedes anticipar el sabor… y le expliqué brevemente la maravilla de las salsas mexicanas, la magia del sazón, el chile, etcétera. Su respuesta confirmó que la curiosidad infantil es clave de su éxito: “¡qué divertido!” y soltó una sonora carcajada.
Mi encuentro con el creador de las torres Petronas en Kuala Lumpur (los edificios más altos del mundo hasta hace poco), artífice de íconos urbanísticos como el Pacific Design Center en Los Ángeles, el World Financial Center y Winter Garden en New York, se da en el marco de una serie de testimoniales que estoy recogiendo con motivo de un proyecto mexicano donde Pelli, junto a talento local como el arquitecto Mauricio de Font-Réaulx, gestaron el plan maestro de lo que poco a poco se consolida en una notable realidad, el Centro Cultural Universitario (CCU) de la Universidad de Guadalajara, en Zapopan, un complejo urbanístico con vocación cultural del cual no hay un referente en México, un proyecto que apunta tan alto que el mismo Pelli me confesó: “al principio pensé que esto no lo iban a realizar, me pareció muy ambicioso”.
Y Pelli tiene razón, el CCU apunta muy alto, poco a poco ha marcado la vida cultural de la capital tapatía siguiendo con la línea del Festival Internacional de Cine en Guadalajara y la Feria Internacional del Libro, eventos que, por su calidad y convocatoria, han puesto a Guadalajara y a México en las mejores ligas del orbe. Aunque nunca faltan motivos para renegar de nuestro país, vale la pena voltear a ver estas propuestas donde en cada edificio, en cada espacio, han concurrido grandes talentos mexicanos y del mundo, circunstancia posible en buena medida por la participación de un Medici contemporáneo, Raúl Padilla.
Pelli no cree en los creadores solitarios sino en la colaboración. Emigró joven a Estados Unidos donde desarrolló su carrera. Al pensar en su historia no puedo dejar de evocar a otros genios como Messi, como Piazzolla, que también salieron de su Argentina para conquistar el mundo, genios que aparentemente no necesitaban a los otros. Nada más alejado de la verdad, el jugador del Barça no brillaría sin otros 10 que le ayudan en la cancha, y el prodigioso del bandoneón no sonaría igual sin sus compañeros en la orquesta. Pelli hace que los edificios y las plazas convoquen la vida, Messi la suspende en un estadio, Piazzolla la eterniza en un tango.
Inspirado en Picasso, Matisse y sobre todo en Mondrian, Pelli encontró una verdad que le cambió la vida: la arquitectura puede ser arte y además tener una función social, “desde entonces quise ser arquitecto, y todavía lo siento”. Me despido de abrazo del hombre para quien el CCU es y será un espacio donde los jóvenes encontrarán una verdad que les cambiará la vida.
Antenoche estuve en la Plaza Bicentenario del CCU con motivo de la inauguración del 31 Festival Internacional de Cine. Mientras veía tanta gente, el bullicio, la música, los juegos pirotécnicos en el cielo, pensé, qué maravillosos son los lugares vivos, como ése que recién descubrió los huevos rancheros y se llama César Pelli.