Miedo. Mucho miedo. Miedo mexicano en suelo norteamericano. Miedo que se hace pánico detrás de las puertas y las ventanas de las casas, por un súbito toque en la puerta, por si la migra, por si la policía, por si la denuncia, por la simple detención en el tránsito, por el color bronce de la piel, por el spanglish que delata, por los papeles que no existen, por la clandestinidad de vivir bajo el acecho, por si me atrapan, por si te atrapan, por si ya no nos volvemos a ver, por si tengo que vivir en México, ese país que es mi país pero que ya no entiendo, porque si me sacan de aquí no me llevaré nada, lo perderé everything, me sacarán como vine, sin nada, llegaré de vuelta a mi tierra, con los otros míos, como me fui, sin nada, miedo de no ser de allá, miedo de no ser de acá, miedo de no ser.
Mal la están pasando muchos migrantes ilegales mexicanos en Estados Unidos ahora que la persecución ha arreciado. Al apoyo consular (que está resultando insuficiente) hay que sumarle el apoyo psicológico y emocional que muchos necesitan en esta ruptura de la realidad que ha significado el comienzo de la era Trump.
Una de las voces que más aprecio es la doctora Norma Iglesias, profesora del Departamento de Estudios Chicanos de la Universidad Estatal de San Diego. Me dice que la angustia que viven algunos es enorme, que hay ataques de pánico, pero que no todo ha sido negativo. Del miedo se está pasando a otro nivel, trabajar para prevenir en caso de lo peor. La sociedad civil se está organizando de forma inédita. Se están articulando redes de apoyo en caso de contingencia, una que tiene rostro: deportación. La gente está haciendo planes de acción como en casos de desastres naturales. Toda la lógica de vida de alguien, todo lo que le ha funcionado años e incluso por generaciones, se puede cortar repentinamente.
Es cierto que los migrantes ilegales quebrantaron la ley de EU. También es cierto que hay una responsabilidad y hasta complicidad de ese país. La lógica de la migración responde a un mercado laboral que ha convenido a las dos naciones. Lo que se vive ahora me recuerda el magnífico cuento La raya del olvido, de Carlos Fuentes, donde un hombre abandonado sobre la raya que divide (la frontera entre México y EU) tiene un diálogo interior: “Oye Pancho, quiero que trabajes para mí. Ven aquí. Te necesito. Oye Pancho, ya no te necesito. Lárgate. Acabo de denunciarte a la Migra. Yo nunca te contraté. Cuando te necesito te contrato Pancho, cuando me sobras te denuncio Pancho. Te golpeo. Te cazo como conejo. Te embarro de pintura para que todos lo sepan: eres ilegal”.
Por Norma Iglesias llegué al trabajo de la socióloga Saskia Sassen. En Expulsions, Brutality and Complexity in the Global Economy, habla de la expulsión como un daño colateral del sistema económico que no funciona. La economía donde se genera riqueza incluyendo y expulsando, donde se deshumaniza y las personas son un desecho más. Te doy una hipoteca (inclusión), te embargo la casa (foreclosure, expulsión) y gano dinero. Los centros de detención de migrantes concesionados a privados ganan dinero entre más ilegales capturen. Los corporativos que compran tierras (expulsan) y desplazan comunidades. El tráfico de humanos, de órganos, la deforestación, la obsolescencia planeada. La expulsión es un negocio rentable.
Estos son mis hijos, vecino. Just in case. Aquí estudian. Esta es copia de nuestro passport, aquí las actas de nacimiento. Le doy la lista de teléfonos de mis familiares en México. Mi mamá tiene los números de cuenta. Si no la encuentra le deja recado. Ella le llama p’atrás. Tiene firma en el banco por si hay que sacar los dólares. A mis hijos, ellos son gringos, que no se los lleven, ¿usted los va a cuidar, verdad comadre? El patrón de mi marido es Mister Holster, dijo que nos iba ayudar, es el owner del Joy restaurant, en la Quinta y Stanton.
Los migrantes mexicanos son parte de un ciclo: incluidos, excluidos, expulsados. Del mismo cuento de Fuentes, un pasaje apocalíptico: “… cruzarán la raya sin que nadie los moleste. Todos se harán de la vista gorda. Pero cuando estén de sobra, los rechazarán. Los golpearán. Los matarán en las calles y a la luz del día. Los expulsarán. El mundo no cambiará”.
Si te expulsaran, ¿a quién le encargarías tu vida?