La historia de Thierry Guetta ilustra que seguir la pasión equivocada lleva al fracaso, pero encontrar uno su esencia, al éxito. Francés radicado en Los Ángeles, comerciante de ropa alternativa en un barrio bohemio, cayó en una actividad compulsiva que luego de varios giros, le daría fama mundial.
Guetta grababa todo y a todos, sin más fin que el placer por capturar imágenes. En unas vacaciones en Francia descubre que un primo es un artista del llamado arte callejero, un afamado personaje del mundo de la contracultura subterránea que se hace llamar “Space Invader”. El cineasta amateur acompaña al primo durante algunas jornadas nocturnas para grabar el grafiti y así descubre el universo del arte subversivo. En ese momento queda atrapado en un tema que lo eclipsa, el de los artistas de la calle, territorio de sombras, sprays, plantillas, ingenio, adrenalina y lances furtivos.
Con el tiempo se relaciona con los principales exponentes del arte callejero del mundo, pero le falta la presa mayor, un misterioso hombre que desde Inglaterra causa sensación por su talento, también por su osadía y sus mensajes, un activista genial cuya identidad se desconoce y que bajo el pseudónimo de Banksy se ha convertido en un mito urbano y en un artista imprescindible en las mejores colecciones de arte del mundo, un transgresor que no sólo encanta por lo que hace sino cómo lo hace; el mismo que colgó, sin que nadie lo viera, una de sus obras en el Tate de Londres, el mismo que intervino una parte del muro entre Gaza e Israel, dejando su sátira política y social para el asombro y reflexión de todos, el tipo que montó en Disneylandia un inflable semejando un prisionero de traje naranja de Guantánamo.
A pesar de sus contactos, Guetta es incapaz de dar con el hombre de la identidad desconocida. Como el destino tiene formas de enderezar los caminos de algunas personas, es Banksy quien, al visitar Los Ángeles, da con Guetta. Nace entre ellos una amistad donde cada quien hace lo suyo, uno interviene las ciudades, el otro graba. Incapaz de detenerse, Guetta sigue filmando y acumula caóticamente cientos de cintas, hasta que Banksy lo convence de hacer un documental, pieza fílmica que termina siendo un bodrio para el inglés que se da cuenta que su amigo no tiene forma de estructurar una historia coherente.
Es el caso de alguien que sigue con pasión la pista donde no está su talento. El pésimo cineasta está por reconvertirse en otra cosa; como un Astor Piazzolla aferrado al piano, pronto encontrará su bandoneón.
Banksy propone a Guetta que mejor se convierta en artista, y, como quien recibe un mandato divino, deja la cámara y empieza a crear obras bajo el pseudónimo de Mr. Brainwash. El día de la apertura de su galería, reúne más de 4000 personas que de súbito se vuelven fanáticos de un personaje del pop que ha nacido como por generación espontánea. Toda esta historia se narra en el original e interesante documental realizado por Banksy, nominado al Óscar en 2011, Exit through the gift shop.
Las obras de Banksy y de Mr. Brainwash (hay quienes piensan que es la misma persona y que se trata de otra jugada maestra del misterioso inglés) mueven multitudes y se cotizan en miles de dólares alrededor del mundo.
Es en el valor simbólico donde los artistas, pero también los productos, incluso las ciudades y los países, encuentran la posibilidad de ser apreciados más allá de toda lógica. De ahí la importancia de una marca, entidad contenedora del simbolismo, un renglón no cuantificado en un estado financiero, pero a todas luces uno de los grandes motivadores sociales, de consumo, y por lo tanto, parte vital de un negocio, de una actividad cultural, o hasta de un partido político.
Guetta, el cineasta, pensó en Banksy para hacer un documental. En un giro sólo apto para un escapista, Guetta terminó siendo el artista grabado, el personaje en el documental de Banksy. Juego de espejos donde triunfa no quien sigue ciegamente una pasión, sino quien descubre su genética, su propia naturaleza.