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Darwin en México

GALÁPAGOS.- Esta parte del mundo evoca el apellido de un inglés cuyas observaciones influyeron, como pocas, en el hombre contemporáneo. Escribo desde una ventana privilegiada en la cima de la Isla Santa Cruz, en medio de comodidades que el joven expedicionario Darwin no tuvo, pero tal vez ante un panorama similar, una mañana con sabor a café y neblina, entre cedrelas y scalesias, espesa vegetación endémica.

El 15 de septiembre de 1835, con tan sólo 26 años (a esta edad muchos jóvenes mexicanos rompen vidrios en manifestaciones y sólo les interesa el origen de la nada; ¡cómo hemos evolucionado!), Darwin desembarcó del HMS Beagle para encontrar un paisaje cautivador y excitante, un territorio de criaturas tan exóticas como las tortugas gigantes o los piqueros de patas azules, un bosque tropical de muchos verdes o la ceniza textura de las piedras volcánicas, en cuyas grietas resbalan iguanas negras y se esconden cangrejos rojos, mientras la lava pétrea, suspendida para siempre, guarda respuestas para quien sabe buscarlas.

Qué hubiera escrito Darwin en su diario de viaje si llegara hoy a una ficticia isla llamada México, para analizar las especies de su sistema político.

“La evidencia recabada en este territorio es sugerente de que no hace mucho tiempo hubo saurios de gran tamaño, depredadores naturales que evolucionaron en reptiles de menor talla, pero mayor peligrosidad, criaturas rastreras de colores y hábitos definidos (rojo dominante, amarillo contrarrestador, azul moralino y verde oportunista), que luego de un cataclismo, seguramente a causa del impacto de un enorme cuerpo celeste, provocaron una esperanza en los llamados demos (seres mansos, no-reptiles), gozo temporal hoy en peligro de extinción debido a que los reptiles sobrevivientes, a pesar de conservar su color nato, manifiestan malignidad homóloga, bajo un halo de impunidad rampante.

“Se trata de un sistema donde hay un pacto entre especies. Los más numerosos, los demos, deben ser protegidos y guiados por los reptiles, que para ello son elegidos en algo que llaman democracia, una curiosa selección donde escogen ¡no al más apto!, sino al que sobrevive dentro del grupo de reptiles, luego de una cruenta batalla entre varios de ellos. Esta selección, que deberíamos llamar reptilcracia, me parece muy limitada y deficiente pues los demos, en su gran mayoría ignorantes, son manipulados para decidirse por el lagarto que más beneficia a los reptiles, no a los demos.

“¿Qué pasaría si los demos perdieran su mansedumbre, se sublevaran y decidieran que solamente los reptiles aptos pudieran ser elegidos para gobernar? Habría una democracia calificada. No cualquier reptil sería escogido para liderar y no cualquier demo tendría derecho a escoger (a menos que tenga los méritos para ello: no antecedentes penales, nivel educativo y estar al corriente del pago de tributos). De ser esto posible, la isla salvaje tendría notables avances en la calidad de vida de los demos.

“Los episodios de días pasados son perturbadores. Un reptil de la peor calaña, evolucionado con pequeños cambios, numerosos y sucesivos, ordenó el aniquilamiento de demos. Sorprende que el reptil, ahora prófugo, sea arropado por su grupo de ofidios y que el Órgano de Control Reptílico no hubiese intervenido a pesar de que sabía de las mañas del lagarto.

“Por si fuera poco, ciertos reptiles han promovido una ley para que los demos no se enteren de actos delictivos. A través de una ley para la supuesta protección de jóvenes e infantes, se pretende censurar la acción informativa. Los reptil- delincuentes, especie cada vez más activa, frotan sus garras mientras reptan y agitan la lengua viperina. Ansío volver a Inglaterra y dejar este mundo salvaje”.

A 179 años de la visita de Charles Darwin a Galápagos, México, el país real, aspira evolucionar, ser liderado por los mejores y tener, al fin, un Estado de Derecho donde la mayoría, gente de bien, se imponga a la político-delincuencia.

Dedicado a la memoria de los asesinados en Iguala, Guerrero.