El trillado “Jalisco nunca pierde, ¡y cuando pierde arrebata!” no sólo se hizo presente en la semana, es una expresión para ilustrar la ruptura del equilibrio de fuerzas que durante décadas permitió la armonía de los diferentes actores en la vida sistémica del país. Con inusitado ímpetu el gobierno de Jalisco instruyó en Guadalajara la persecución de automóviles que operan bajo la plataforma Uber, y con insólita violencia algunos taxistas atacaron a quienes consideran sus adversarios, llegando al extremo de golpear severamente a una mujer a quien confundieron con un Uber- enemigo, y “levantar” a otros 4 choferes a quienes atizaron y despojaron de sus vehículos.
Gramsci nos sacude con magnitud Richteriana: “La crisis consiste en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer”. Como parte de las “conquistas revolucionarias”, las agrupaciones sindicales con las que el PRI consolidó su apoyo popular ostentan el derecho de controlar el servicio de transporte público en Jalisco. Estas estructuras son un sistema monopólico que administra los permisos o concesiones de los 12,000 taxis en la zona metropolitana de Guadalajara, lo cual les ha generado un enorme poder y seguramente riqueza a unos cuantos. Estamos ante un fractal (estructura a escala) de la vida nacional donde se privatiza lo público; en Oaxaca la rectoría de la educación la tuvo hasta hace poco un grupo sindical. Entiendo el coraje de los agremiados que han esperado por años una plaza o un permiso de taxi. Pero el mundo ya los rebasó.
Los taxis tapatíos son carísimos. Su tarifa puede ser 4 veces la de Uber. Sus prácticas abusivas, como usar selectivamente el taxímetro, son parte de una cadena de abusos. El dueño del carro abusa del chofer, éste lo replica al pasajero. Era previsible que el rechazo a la amenaza de su negocio se diera con violencia.
Las autoridades y otros burócratas, que llegaron a sus puestos por el apoyo electoral de las centrales sindicales, declaran que no tolerarán competencia ilegal a los taxistas (ficción morbosa: ¿y si resulta que algunos políticos son dueños de autos Uber?). Así como Uber debe estar dentro de un marco regulatorio (no prohibitorio), sería justo que las autoridades declaren al comercio ambulante y a la piratería como comercio ilegal, y que con la misma fuerza liberen miles de kilómetros de banquetas secuestradas en el país.
El nuevo espacio que habitamos, el ciberespacio, está dando un gran poder a los demás, a una sociedad que antes requería de mediadores para expresarse. Con las plataformas de interrelación actuales, la sociedad es su propia intermediaria. El movimiento social que presionó para que el estudiante a quien le sembraron una maleta con cocaína fuera liberado, en otra época habría requerido de mucho más tiempo y esfuerzo. Este nuevo poder influyó para fracturar la hegemonía de la FIFA o para linchar al entrenador de la selección mexicana de fútbol. Estamos viviendo inéditos desplazamientos de poder y del poder. En La alquimia de las multitudes: cómo la web está cambiando al mundo, Pisani y Piotet dicen: “Las redes son la nueva geometría del mundo moderno”, yo diría, la nueva geopolítica del mundo en la que personas, grupos y datos conforman una trilogía esperanzadora.
En la medida que los partidos políticos han dejado de ser mediadores de los intereses de la sociedad, los nuevos gestores del interés público pueden ser los candidatos independientes, no extraña que muchos hayan crecido al amparo de las redes sociales. Metáfora de este poder pendular: el día que los consumidores de un centro comercial que cobra el estacionamiento (¡por ir a comprar!) se organicen y decidan no ir durante un día, invertirán el poder. No digo que los estacionamientos sean gratis, digo que lo deberían pagar los comercios que se benefician de las compras de los clientes. Uber y plataformas afines han funcionado como catalizador de ese poder de los demás.
Muchas especies sobrevivieron adaptándose al cambio. Los dinosaurios no. Una revolución los creó, otra los está matando.