Precaución: bailar en vacaciones puede hacerte perder tu trabajo. La profesora Clarissa fue despedida del Instituto Cumbre del Noroeste, colegio privado de Ciudad Obregón, luego de que se difundiera viralmente un video donde baila eróticamente en una playa de Los Cabos, durante sus vacaciones de Semana Santa. La directora del colegio lo consideró como “conducta inmoral”. Los padres de familia, a decir de la rítmica indiciada, presionaron también de modo que Clarissa ya no tiene trabajo.
Solange Alberro escudriñó durante 18 años los archivos inquisitoriales novohispanos. En Inquisición y Sociedad en México 1571-1700, da cuenta de su profusa investigación donde narra lo que era denunciado, perseguido y castigado por el tribunal del Santo Oficio. Desde delitos religiosos menores, reniegos, blasfemias, palabras y acciones escandalosas, poligamia, bigamia, solicitación, dichos contra la castidad, la virginidad y favorables a la fornicación, al amancebamiento, prácticas de magia y hechicería, uso de hierbas, procedimientos adivinatorios, entre otros, la vida colonial estuvo plagada por el miedo inquisitorial y por la delación. Si un vecino te vio usando hierbas “raras” en la cocina bastaba para que te delatara como sospechosa(o) de prácticas demoniacas.
Me imagino a la directora del colegio reunida con algunos padres de familia, todos escandalizados por un video que habla por sí solo, aunque de no haber video y suponiendo que tal evento sucedió en el siglo XVI, tendríamos ahí a los severos inquisidores iluminados con una vela y claro, con la luz de sus buenas conciencias, apoyados por el Malleus Maleficarum y el Flagellum Demonium, escuchando a un testigo delator: “…y visto lo cual, la mujer arropada, o mejor dicho, desarropada con minúsculas e impúdicas prendas, agitó ante la multitud su cuerpo en formas que alentaban el deseo por la carne, y enseguida, como poseída de malas artes, acercose a un varón para mostrarle obscenamente los glúteos mientras su cuerpo era presa de señales impúdicas, pecaminosas y eróticas”.
Uno de los castigos inquisitoriales era el paseo infamatorio para provocar “vergüenza pública” (práctica que sigue vigente en nuestros días a través del bullying) mientras se administraban azotes al reo al tiempo que sus delitos eran pregonados. No cabe duda que los tiempos del Santo Oficio no se han ido. El castigo a la maestra lo origina un acto de su vida privada, el hecho por el que fue condenada no ocurrió durante sus actividades laborales y no acusa incapacidad profesional. ¿La defenderá la CNDH?
¿Existe la vida privada? Jeremy Bentham diseñó un modelo de vigilancia carcelaria donde los presos se sentían vigilados, aunque no fuese así. A esta arquitectura de las prisiones se le llamó panóptico, especie de torre central desde donde los reos son mirados. Funciona porque induce en el observado un estado consciente y permanente de ser vigilado que facilita el ejercicio del poder, una omnisciencia invisible alimentada por una asimetría visual: te ven, o crees que te están viendo, pero tú no puedes ver.
Michel Foucault aludió a este tema en Vigilar y castigar, donde escribe de un proceso civilizatorio en la forma de ejercer el poder ante las transgresiones sociales, una “economía del castigo”. Foucault vio en el panóptico de Bentham no sólo una forma de poder sino de saber, un medio para transformar la conducta.
Aunque lo dijo en otro sentido, Pedro Ferriz Santa Cruz tenía razón, un mundo nos vigila, estamos bajo el escrutinio constante de un gran panóptico invasor. En la Nueva España identificar a un transgresor era más complicado que ahora, había un alejamiento de tiempo y espacio (el hecho tardaba en conocerse y el sospechoso cambiaba de lugar). Hoy estas dimensiones se han acortado o prácticamente han desaparecido. Cuando Clarissa dejó de bailar el video ya estaba rumbo al ciberespacio.
Para gozo del Santo Oficio vivimos en un mundo reducido por la tecnología donde todos somos potenciales delatores. Lo que sucede en Las Vegas se queda en YouTube.